Desde hace más de treinta años, la controversia sobre la calidad del rock escrito y concebido en España, está a la orden del día en boca de los aficionados, profesionales, y demás medios relacionados, de forma permanente, como una especie de estigma que sitúa al rock nacional en la cresta de la ola de todas las sospechas. Se siembran dudas sobre la calidad del rock en nuestro país, mayormente a través de la comparativa pertinaz con bandas internacionales. Y lo que es peor, se tiene a pensar de manera global que lo que viene de fuera es siempre mejor. Como prueba, las cantidades que se pagan por un ticket de cualquier concierto de bandas de rock extranjeras en comparativa con cualquier nacional. Esta comparación, obviamente es odiosa. Primero, porque tanto unos como otros, tienen su espacio y su valor. Y segundo, porque es un menosprecio evidente hacia el talento de los artistas, cuyo valor es incalculable, y siempre subjetivo ante los juicios. Malos músicos los habrá en España, sin duda, pero también, en USA o Inglaterra, claro está. Hay que mirar con una perspectiva mucho más sutil, más inteligente, para no caer en la injusticia de un juicio de valor carente de realidad objetiva. Incuestionable es el dato de que, en otros países, como Estados Unidos o Reino Unido, por ejemplo, nos llevan más de cuarenta años de adelanto, en cuanto a composición y medios en el mundo del rock. No en vano, son los inventores. Indiscutible, así mismo el dato de que todos los músicos de rock de este país, de un modo o de otro, han mamado de la música que venía, y viene, allende los mares. Toda esa esencia es irrebatible, todo ese bagaje, y todo ese recorrido en el tiempo. No es que yo descubra ahora nada, porque bandas como Led Zeppelin, Deep Purple o Rollings Stones, por poner un ejemplo significativo, han servido para sembrar la semilla del rock en nuestro país, y por supuesto, en influenciar a nuestros músicos, que han compuesto sus canciones bajo la neblina interna de los ritmos de estas bandas, y muchas otras. Pero eso no quiere decir que tengamos que aferrarnos, una y otra vez, a la implacable comparativa como arma arrojadiza, contra quienes tienen que componer, tocar y desarrollar sus canciones, en un escenario tan adverso y espinoso como el de España.
No ha sido fácil, ni lo es en la actualidad, dedicarse profesionalmente al rock en este país con todo en contra, en comparación con otros países como los citados anteriormente, donde el rock está perfectamente integrado socialmente, y se extiende por casi toso los estratos de la sociedad como una manifestación cultural, incluso de bussines, de espectáculo, que convive con todas las capas sociales. En España, el rock es una manifestación cultural maldita, cuando no perseguida, ignorada y despreciada por casi todos loe estratos sociales, medios de comunicación y sectores culturales, que miran para otro lado, y cuyo consumo ha quedado de forma residual para una parte de la población mínima, en comparación con otras músicas y otras culturas vigentes. Es más, el rock ha sido atacado desde muchos puestos de francotiradores sociales y mediáticos, asociándonos a la violencia, el consumo indiscriminado de drogas, y a un velo antisocial que en nada se corresponde con la realidad. Somos gente incómoda, por nuestra manera de vivir, de pensar y de entender la sociedad. La realidad, es muy distinta. Es cierto que hay cierta ambivalencia. Hay mucha calidad por un lado, y cierto grupúsculo localizado de oportunistas metidos a rockeros. En cualquier caso, alienados ambos casos en la balanza pertinente, tengo elementos de juicio para afirmar que en este país hay un nivel profesional excelente, con grandes músicos entregados a su arte con dedicación y sacrifico. Y a nivel profesional, incuestionables, con gran talento, que en muchos casos es exportable al exterior. Ahí tenemos casos relevantes de bandas girando por Europa y Estados Unidos, o colaborando con grandes artistas internacionales. Los medios técnicos han mejorado ostensiblemente, y la dedicación, ha subido enteros hasta convertirse en filosofía de trabajo. Como contrapartida, como decía anteriormente en referencia al grupúsculo oportunista, soy consciente que en este país tenemos un mal endémico: cualquiera que se compra un equipo, se junta con cuatro amigos para formar una banda, ya se autodenomina músico, y lo que es peor, se integra en el circuito de trabajo de quienes si lo son de verdad, contaminando el espacio. Y además, creen tener todas las atribuciones del músico. Habría que entender, que ser músico es otra cosa. Es una trayectoria medida por el tiempo, la constancia, los retos profesionales, la aptitud, los logros, y el desarrollo creativo. Este fenómeno, lo que posibilita es que el mercado este saturado de bandas, muchas de ellas muy poco profesionales, inestables, que intoxican el circuito de directos, y que en realidad, aportan poco o nada. En cualquier caso, es algo normal que ocurre en todas partes, aunque siempre reste más que sume. Pero no es la mayoría. Cualquier aficionado que asista a conciertos con asiduidad, es consciente del nivel profesional que existe. Y este hecho sí que juega en favor de bandas internacionales, porque el aficionado tiende a globalizar el juicio en favor de los grupos extranjeros.
Como todo en esta vida, hay muchos aspectos mejorables. Aún tenemos una asignatura pendiente. Para los que entendemos el rock como un espectáculo integral, comprobamos como muchas bandas, no invierten recursos y tiempo en diseñar shows con escenografías potentes que impacten. Más bien, hay mucho desentendimiento en este aspecto, y esto, termina por convertir los shows, en aburridos monólogos infumables y repetitivos, con clichés repetitivos, y remilgos consumados. También, como no, hay sorpresas agradables de grupos que apuestan por diseñar sus espectáculos con recursos que impresionen y capten la atención del público, ofreciendo otra dimensión, cuidando su imagen como músicos y atrezzo de escenario, sino en la actitud en escena, que en muchos casos, dista de ser la más adecuada. El músico tiene que transmitir. Y si no existe esa transmisión, su trabajo que queda vacío y vacuo. Por eso, en este país hay un grupo de bandas que concentran casi toda la atención mediática y de popularidad, por el esfuerzo que hacen en diseñar espectáculo, pasión y sentimientos, al servicio del rock. Sin duda, este es un tema que da para un libro y un amplio debate, porque habrá opiniones para todos los gustos y colores, pero la realidad, generalmente, no tiene más color de la verdad, y bajo mi humilde opinión, en este caso, debemos de estar orgullosos del trabajo que realizar los músicos de este país, en todos los estilos y tendencias del rock. No menospreciemos su valor intrínseco, y sobre todo, trabajemos para que se popularice su arte. Necesitamos una seña de identidad rockera en nuestro país, y yo creo que la tenemos. Limando asperezas y con dimensión de futuro, el rock en castellano, creo, puede llegar muy lejos.
CHEMA GRANADOS
Tras leer atentamente tu articulo, solo pondria un «pero».
Opino que el germen del Rock está realmente en las ganas de lanzarse. La pura actitud.
El hecho de que 4 chavales, aun sin conocimientos algunos de musica, se junten en un garage y simplemete intenten crear musica, para mi es Rock de pleno derecho…otra cosa es el exito masivo, el talento y el showbussines.
Si no, que se lo pregunten a un grupo de amigos que hicieron eso mismo en Seattle y se hicieron llamar Nirvana.
Un saludo Chema.
Rock’n’Roll
Juanmi Boni- @Circuscommunity
La verdad no lo lei todo, soy muy floja para aquello, pero mi opinion es que los grupos (al menos los que yo escucho) españoles, me parecen muy bueno, como Mago de oz o angelida, para mi son increibles.!!