Rocanrol desde la buhardilla
A veces, el brillo especial de un grupo de rock & roll, está en una meditada sencillez para expresar sus inquietudes más hondas, esas historias cotidianas que nos queman por dentro. Otras, en su inigualable forma de entender un vehículo de expresión tan íntimo, dándole un giro personal y trascendente, y otras, finalmente, la firmeza con que defienden todos estos atributos, alcanzando al mismo tiempo un sentido exclusivo para transmitir emociones. Las Madres reúnen todos estos elementos en un mismo cauce, y además, en directo, ofrecen un show consecuente, enérgico y muy pertinaz. Toda la autenticidad de sus canciones, sobre el escenario adquieren una dimensión mucho más pujante, descarada y moralmente irreverente, lo que les hace irresistibles, cargados de apostura y de autenticidad. Todos estos parámetros se pusieron de manifiesto la pasada noche en la Sala Tarambana de Madrid, donde presentaban un EP con canciones de nuevo cuño. Abrieron la noche con “Doce De Mayo” una canción perteneciente a su primer disco “Vergüenza Me Da…” y que como preámbulo, animó a los espectadores a ir encontrando el nexo de unión para engancharse a sus ritmos de puro rocanrol callejero revestido de metáforas. A continuación, “Rock & Roll” también del mismo disco, “Estados Mentales”, “Palacio De Cristal” y “Sin Cuerdas”. Con el público en el bolsillo, continuaron con temas como “Evidente” con el apoyo de violín, “Anoche Tuve Un Sueño” “Esconder El Corazón” y “Al Abordaje” nuevamente con el apoyo de una excepcional violinista. A estas alturas, ya estábamos completamente empapados de unas canciones de barra de bar, humo, sombras callejeras y mucha esencia. Amon-Ra es un vocalista pertinaz, y expresivo, que circunvala el escenario con sus movimientos espasmódicos, y que transmite mucha energía al personal. Se aleja del micro, se balancea, lanza su bombín al espacio, gesticula, redondea cada estribillo. Una locura. Mientras Manu Van Dam guitarrea, se contorsiona, y busca el equilibrio para que el show encuentre la excelencia, apoyado por el bajo y la batería que marcan los compases y el ritmo con potencia y relevancia. Terminaron con “El Vecindario”, “Pájaros Muertos” y “Mar De Madres” para rematar una faena antológica. Las Madres dejaron meridianamente claro, que aún es posible ir más allá, y que trasladar la vida a las canciones, sigue siendo un buen negocio.
CHEMA GRANADOS