La excelencia de la grandilocuencia.
El valor intrínseco de la grandilocuencia, se resume en que tiene la capacidad de elevar las sensaciones y los sentimientos hasta estadios de la razón, donde los afectos se transforman en eternos. La razón, cuando se trata de afecto y emociones, se retrotrae hacia adentro de uno mismo. Por tanto, solo emergen aquellas sensaciones basadas en el purismo más íntimo. Esta es la emoción más auténtica, y esta es la emoción que emerge, cuando la música de The Val penetra en un interior. Una emoción, que seguramente, se quedará para siempre dentro de ti. Porque The Val han ido sumando elementos a su proyecto: ilusión, perseverancia, creatividad, valentía, y una colección de canciones que se vuelven intimas, que te trasportan a lugares recónditos. Basadas en el rock más esencial, realizan un bucle sinuoso para encontrar el equilibrio entre el rock más contundente, y la melodía más refulgente. The Val presentó su nuevo trabajo en estudio titulado genéricamente “Heading For The Surface”, en el corazón de la capital del reino, en el marco incomparable de la Sala Arena, ante un público nutrido, que se dejó llevar por esa dinámica de sonido perfectamente elaborado, brillante, y enervante. Tras una intro inquietante, y con el logo de la banda presidiendo la escena, los primeros acordes de “Heading For The Surface” sonaron rotundos y concluyentes, con esa entrada de piano acústico, y la belleza de Gabrielle de Val imponiéndose esplendorosa. Con un sonido pulcro, y con la banda sonando compacta, se afanaron por darlo todo, demostrando que en este país hay talento y calidad, y que son una banda con proyección internacional indiscutible. Estoy convencido, que de seguir por el camino que han emprendido, muy pronto llegarán a estar presentes en las grandes citas internacionales. Es solo cuestión de tiempo, pasión, tenacidad y corazón. Desde luego, no les faltan todos estos ingredientes.
Ofrecieron un show muy compacto, profesional, emotivo, y con diversos climas a lo largo de todo el concierto, que terminó en una enardecida comunión de hermandad con su público. Se ganaron el respeto de los asistentes, y de la gran cantidad de medios de comunicación presentes. Muchos compañeros de profesión, entre los que cabría destacar a Oscar Sancho vocalista de Lujuria, siempre fiel a los conciertos de sus compañeros, Leonor Marchesi, vocalista de Onlyrica, y la incombustible violinista Judith Mateo. Continuaron con “Wreackage Of My Heart” uno de los temas más brillantes del plástico, mientras en la pantalla de led se proyectaban imágenes sincronizadas, aportando al show interacción. Seguidamente, mas diamantes con “Crusaders”, “Up To Where U Hare”, “My Heart Is Seating”, “Whis You All The Best”, y “Breathe Me In”. Fue entonces cuando sonó vibrante “Kiss In A Dragon Night”, el tema más emblemático de su anterior trabajo “Back”, y después, “Stardust” del nuevo disco, “Roses And Chains”, “Dumb And blind”, “Devil’s In The Band”, “I Saw Him First”, “The Unwritten Songs”, The Age Of The Sun”, y finalmente, el tema con que cierran su nuevo disco “Bordeline”.
Un show impecable con un Alfonso Samos en estado de gracia, haciendo las delicias del público con su particular manera de tocar la guitarra, Gaby de Val desplegando todo su virtuosismo vocal, sus giros magistrales, y esa emotividad que desprende en directo. Sumar la aportación de Alex Morell en la base rítmica, los teclados imponentes de Tony Ortega, y como no, la reciente incorporación a la banda de Rubén Berenjena a los parches, un batería de la vieja escuela, y con un sentido del ritmo que sorprende. Un show por tanto, que puso de manifiesto que The Val sigue creciendo, paso a paso, sumando, y que su aportación al panorama actual del rock en España engrandece el oficio, y ofrece una visión muy singular del rock en su concepto más amplio. Esa sabiduría para saber tratar la melodía, sin caer en patrones preestablecidos, y esa forma de buscar el riesgo en cada estrofa, les convierten en una banda de culto. A mí personalmente, saben cómo remover los rescoldos más íntimos de la emoción. Por tanto, es algo más que una banda de rock al uso. Porque cuando unos artistas son capaces de traspasar las fronteras que les separan de su público, para ofrecerles los mejor de sí mismos, mostrándoles la opción del placer, es cuando se produce la magia que transforma lo real en un sueño de felicidad integral. The Val, han entrado en mi vida por pleno derecho, y seguro, que caminaré juntos a ellos durante mucho tiempo. Mientras tanto, seguiremos gozando con cada acorde, y llevaremos estas canciones en los bolsillos del corazón para siempre.
CHEMA GRANADOS