The Val celebraban su quinto año de rodaje, y lo celebraron de la mejor manera posible: con un concierto cálido e íntimo, rodeado de sus fans más incombustibles, y de todos aquellos que quisieron encontrarse con ellos. Eligieron una sala de mediano aforo, lejos de los grandes espacios, sin duda para tener mucha más cercanía. Su trayectoria hasta la fecha es brillante. Dos discos increíbles, gira por Reino Unido, apariciones en Televisión Española y cientos de conciertos. El éxito de esta banda reside en la calidad de sus canciones, en la visión con que interpretan el rock, y en una profesionalidad manifiesta, que contribuye a dar forma a un producto de primera línea. Nunca me cansaré de repetir la necesidad de dar relevancia a nuestras bandas. Aunque quizá sea como clamar en el desierto, lo cierto es que The Val es una muestra evidente de que hay calidad en este país. La miopía transversal del público, más motivado por subproductos, y la poca o ninguna difusión, contribuyen al fiasco. En cualquier caso, para los afortunados que sabemos valorar el talento, se abre un espacio de deleite sin fin. Y esto es lo que se pudo sentir. Goce y energía a partes iguales. Energía positivista, melodía en estado puro, y un show sin mácula arropado por un montaje visual muy eficaz. Con los acordes de “Crusaders” arrancaba un show basado en el carisma de su vocalista Gaby de Val, ataviada con una casaca muy original, y las evoluciones guitarrísticas de Alfonso Samos, como siempre extraordinario y vigoroso. Ni que decir tiene que el apoyo en la base rítmica de Alex Morell, y la batería de Rubén Berenjena afianzan magistralmente el resultado. Así mismo, los teclados de Tony Ortega, ofreciendo cobertura, y la voz impoluta de María López arropando con sus coros. Una banda sólida, de primera línea, dispuesta a desgranar todo su potencial, y ese derroche de energía que le ponen en cada concierto. Es más pasión que otra cosa, pasión bien gestionada, y el desarrollo de unas canciones muy bien estructuradas, que tienen la particularidad de ser sinceras, certeras, y maleables para toda clase de públicos.
El set list que desarrollaron estuvo compuesto por catorce canciones, muchas de ellas grandes éxitos, entre las que no faltaron temas como “Kiss In A Dragon”, “Roses And Chaines”, “Whis You All The Best”, “Stardust” o “Up The Where U Are”. Una deliciosa mezcla de rock y melodía, estribillos bien cincelados, elegancia vaporosa y pulsión emocional. También contaron con colaboraciones. El alma mater de Ñu, José Carlos Molina, se subió al entarimado para tocar en el tema “Bordeline”, y la cantante y actriz Beatriz Rico hizo lo propio en el tema “I Saw Him First”. Un torrente de sensaciones, que el público absorbió para impregnarse de esa magia tan especial que se desarrolla en cada concierto de esta banda imponente. Puedo asegurar, que a pesar de haberlos visto en varias ocasiones, cada vez que vuelvo a verlos siento un pálpito interior, una emoción difícil de expresar. Es la música que va ligada a los atributos del corazón, y que siempre, siempre nos emociona. Así que pasen muchos años, The Val, seguirá emocionando, porque su esencia, está ligada a las sensaciones imperecederas, que solo los grandes pueden darnos. Seguro que vendrán muchas más años actividad, y muchas más canciones, muchas más emociones.
CHEMA GRANADOS