Hoy se cumplen 38 años de la grabación del disco «Rock & Ríos»
El 5 de marzo de 1982 nuestro país entró a formar parte del mundo del rock gracias a la puerta que abrió uno de los conciertos históricos que marcó un antes y un después. El artífice fue el cantante Miguel Ríos, un artista que comenzó en los 60 con lo que se denominaba entonces la canción melódica, conocido con el sobrenombre del “Rey del Twist” y cuya carrera profesional fue evolucionando por la senda del rock & roll, de la mano de Chuck Berry o Elvis Presley.
Hasta llegar a ese día mágico Miguel Ríos había tenido una carrera de esplendor y brillantez, en parte gracias a su éxito mundial con el tema “El Himno De La Alegría” una revisión de la séptima sinfonía de Beethoven adaptada a los tiempos modernos, que vendió 7 millones de copias y que fue número 1 en las listas de Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido. Tras dos discos como “Rocanrol Bumerang” y “Extraños En El Escaparate” Miguel Ríos se decide por una producción mucho más arriesgada e idea “Rock & Ríos” un disco grabado en vivo y en directo sin gira previa de rodaje. El concierto se ensayó durante 9 días en los estudios Fonogram. El plantel de músicos fue imponente: Mariano Díaz – teclados. Thijs van Leer – teclados, flauta y programación electrónica. Tato Gómez, bajo y coros. Sergio Castillo – batería. Mario Argandoña – batería, percusión y guitarra acústica. Paco Palacios – guitarras y voces. Antonio García de Diego – guitarras y voces. John Parsons – guitarras. Salvador Domínguez – guitarras.
Fue una grabación no exenta de problemas, ya que las tomas del primer día se hicieron incorrectamente y hubo que descartarlas. Sólo quedó el día 6 para retomar el trabajo, que finalmente, se llevó a cabo con brillantez. Toda la producción corrió a cargo del propio Miguel Ríos, Carlos Narea y Tato Gómez, con un montaje escénico inaudito hasta entonces en nuestro país. El disco vendió 450.000 copias.
Yo, que tuve la suerte de asistir a aquel acontecimiento, aun guardo conservada la emoción del momento. Muchos ya teníamos al rock como acicate para vivir la vida, y escuchábamos las bandas internacionales que nos iban llegando y a las que seguíamos a vida o muerte. Pero aquél día fuimos conscientes de que aquí, en nuestro país, había músicos que estaban a la altura de las qué adorábamos, y, además, cantaban en nuestra lengua madre. La comunicación, por tanto, era natural, cercana, intima. Aquella noche se ha quedado grabada de manera indeleble en mi estancia de recuerdos, sobre todo, ciertos momentos de comunión rockera del público, o el solo de guitarra de Salvador Domínguez en “Banzai”. Solo tenía 22 años y mucha ilusión. Era un imberbe poeta que soñaba con ser cantante algún día. Tenía toda la vida por delante, para vivir y para morir, mucho camino que andar y mucha experiencia que tejer. Pero Miguel Ríos, me regaló muchos recuerdos, muchas emociones vividas, que están engarzadas dentro de mí, palpitando, y que se vendrán conmigo cuando viaje al más allá.
CHEMA GRANADOS