La memoria del corazón.
Puede parecer una idea abstracta o una licencia poética, pero los que tenemos algo más que sangre en el espíritu, sabemos que el corazón tiene memoria. Y una retentiva que asombra. Y si no, que se lo digan a aquellas y aquellos que vivieron una noche inolvidable en la reunificación de Los Reconoces, al menos para un concierto de despedida. Porque el poso afectivo estaba ahí, aún caliente, después de ocho años de ausencia. No hay ausencia, si el sentimiento se mantiene vivo. Y Los Reconoces, seguro, recordaran la noche del pasado sábado para siempre. Porque era un antes y un después. Permanecerá ese recuerdo, porque el afecto, no termina cuando cae el telón. Y es que ese caudal de emociones vividas, superó a muchos de los asistentes. Se marcharon por la puerta de atrás, sin hacer ruido, como un susurro. Pero su música, y ese puñado de canciones que llegan al fondo, están ahí, vigentes siempre, relucientes. ¿Que más pueden testificar las palabras?. Solo sentir cada pálpito de cada estrofa, cada verso, cada momento vivido. Una noche grande que podremos rememorar, una y otra vez, ya que el directo se grabó para editarlo en soporte DVD y CD. Un DVD que recogerá la intensidad, la hermandad entre músicos y público, que produjo esa magia de otro mundo que convierte la música en vehículo de comunicación. Reventaron la sala, se dejaron la piel en el escenario, y seguro que a posteriori, brindaron por uno de los momentos más inolvidables de sus vidas.
Tras una intro donde se proyectaron imágenes de la banda, arrancaron con “El Patio De La Coma”, “Las Horas Del Mar” y “No Siempre”, canciones que fueron coreadas, vividas, y digeridas con la alegría de quién está al borde del orgasmo emocional. Con un Luter combativo, en estado de gracia, gobernando el timón del show, y con toda la banda entregada, siguieron con “En El Bolsillo” el sempiterno “Se Me Secan Los Mares” y “En Bolsas De Basura”. Más tarde, se sumó al combo Michel Molinera, alma mater de Stafas, y la intensidad creció algunos grados más. Y siguió el alarde de rocanrol con “No Creo Nada”, “Puedo” y “Cráneos Privilegiados”. Estábamos en el ecuador del show, y la reprocidad se convertía en un elemento de unidad, y los acordes, surgían como enredaderas que se adherían a los cuerpos sudorosos y las voces encendidas. Luego, más madera con “Atrapado”, “En Tus Manos”, Intangible”, “A Trompicones” y “Me Lo Guiso”, otra de sus canciones insignia. Un show sencillo y mucho rocanrol sin pretensiones, directo al corazón, y la banda gozando a tope. En la etapa final, temas como “Nadie”, “En Mi Micromundo”, “Suerte”, “Miel”, y “Chabolismo Vertical”. Imposible sustraerse a esa comunión frenética que vivíamos, con la certeza de estar ante una de las noche más gratificantes de nuestras vidas. Y es que el rocanrol, va siempre un paso más allá de la mediocridad, para crear intensos espacios de éxtasis para vivir emociones auténticas.
Y por fin, el apoteosis, con temas como “Autarquía” “La Caja Tonta”, y “Sueños De Tetabrick”, momento en el que la banda abandona la escena, y el público pide más, y más, y mucho más. Para los bises se reservaron “Primarios”, “En Balde”, “Levantad” y la joya final, “La Risa”, que culminaba una noche entusiasta y frenética, que recordaremos siempre. Los Reconoces ha sido una banda de referencia, porque sus canciones hablan de sentimientos que entendemos, de realidades, historias de calle y de humanidad descarnada. Que más se puede pedir. Nada más. Solo agradecerles que nos hayan hecho semejante regalo. Un regalo sincero, sin celofán ni lacitos, que nos hizo revivir viejas querencias, y que nos trasportó al mundo irreal y extraño de los afectos.
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS: CHEMA GRANADOS