LA EXCELENCIA DE LA GRANDILOCUENCIA
La real academia de la Lengua, define la palabra grandilocuencia como: “Estilo sublime y elevado”. Ninguna definición es más acertadapara definir la música de Dry River. Sublimes, porque aúnan la creatividad estilística, el adorno desmesurado, la latencia de las emociones, con la elevación, esa que se transmuta al público, y que consigue, certeramente, atraparlo irremediablemente. No existe en este país espectáculo de rock que pueda superar lo que ofrecen Dry River, un maremágnum de rock, jazz, Big Band, progresivo, humor, sensaciones, perturbación, espectáculo teatral, originalidad. En definitiva, un digno espectáculo donde el histrionismo mordaz, la música en estado de gracia, y el detonante de la energía del directo, convierten el show en grandilocuencia, pura grandilocuencia. Recién editado su último trabajo discográfico, “Quien Tenga Algo que decir… Que Calle Para Siempre”, la banda presentó su disco en la Sala We Rock de Madrid, con una entrada significativa, y el fervor de un público que disfrutó del show con intensidad. Después de su álbum de debut “El Circo De La Tierra” cuyo single llegó a obtener más de 280.000 visualizaciones, y una gran repercusión en los medios de comunicación, la banda se presentaba para recoger el fruto del esfuerzo, cosechando una noche de las que no se olvidan.
Abrieron Pervy Perkin, una banda ecléctica, sinuosa, cargada de referencias a Fran Zappa, y cuya propuesta, se basa en la experimentación con los cambios de ritmo, y las encrucijadas compositivas. Ofrecen un espectáculo visual muy interesante, muy personal, tan particular, que acaba atrapando. La progresión del set list nos va desvelando las claves de su sonido, oscuro a veces, cañero otras, y en algunos de los tramos, con tempos mucho más calibrados y precisos. Se hicieron con el apoyo del público, lucharon por emerger de su propia insolencia, y dejaron patente que, aun siendo músicos tan jóvenes, apuestan por el riesgo conceptual y compositivo. Meritorio cuanto menos.
Y entonces, llego la gran fiesta. Sobre el escenario, un personaje de fábula-comic nos presentaba el espectáculo: una gran celebración de boda; y la orquesta, se situó sobre el escenario. Ese fue el preámbulo para que, seguidamente, la intro de “Atrapa Mi Piel” comenzara a sonar. La banda sonaba compacta, bien ubicada sobre el escenario, y los planos de voz, empastados con solvencia, sonando por encima del discurso musical. A reglón seguido, “Bajo Control”, y después, “Aunque Sin Ti”. Espectacular la voz de Ángel Belinchón, gobernando con autoridad el protagonismo vocal, los alardes guitarrísticos de Carlos Álvarez y Matías Otero, la preponderancia de los teclados y recursos de viento de Martí Belmú, y la milimétrica base rítmica de David Mascaró al bajo, y Pedro Corral a la batería, funcionando como un colectivo unificado. Es como un conjunto de genialidades personales, encerradas en un tarro de esencias. Es música en mayúsculas, más allá de cualquier definición concreta. Es arte sonoro y visual, que se alían para encontrar espacios en común. Continuaron con “Frascos Vacíos” una canción dedicada a una de las enfermedades más terribles: el Alzehimer. Donde una especie de personaje lastimero y triste, trataba de representar la muerte de la memoria, moviéndose por el escenario con paso taimado y leves aspavientos lúgubres. Mientras, la voz de Ángel Belinchón redundando con sus efectos vocales, un texto lóbrego y reivindicativo. Luego llegó “El Lado Bueno De Las Cosas Malas”, de su último CD, y seguidamente “Oda Al Líder” donde otro personaje tiránico aparece en escena, metido en su pulpito. Su semblante adusto, y una mirada aviesa, intimidan al público. Es la representación de todas las tiranías posibles, que existen en la humanidad. Tiranías, de diversa procedencia y pelaje, que convierten al ser humano en un esclavo de las normas y de las leyes. Luego, “¿Cuánto Vales Tú”, “Irresistible”, “La Llave Del Sol”, de su primer disco, “Rosas Y Gaviotas” y “La Mujer Del Espejo” donde dieron por concluido el show, no sin antes, ofrecer unos bises: “Caída Libre” “Mi Pequeño Animal” y “Traspasa Mi Piel”. Todo un alarde de grandeza. El colofón más incendiario posible, con el público entregado al delirio, y esa simbiosis de comunicación afectiva que se creó mágicamente. Una fiesta. Una auténtica fiesta, donde el arte de la música se hizo mucho más inmenso, más elevado, gracias a que aún, hay músicos, creadores, que se creen eso de que los sueños se puede convertir en realidad.
CHEMA GRANADOS