EL FLAUTISTA DE ROCKMELIN
A nadie en este país le queda duda de que Ñu, fueron y serán una de las formaciones clave para entender el rock en España. Escribieron una de las páginas más esenciales, y además, contribuyeron a que el rock sumara fuerza con otros estilos, como el folk, o los matices celtas. El paso del tiempo, les condenó a un silencio pertinaz que rompieron hace unos años. Su último álbum es de 2.011, pero su leyenda siempre les acompañó. Ha sido quizá una de las formaciones por las que más músicos han pasado. Músicos de gran calidad, que han ido aportando todo su ingenio y su talento, siempre al mando del incombustible José Carlos Molina, único superviviente de la formación original y alma mater de la banda. Su destacable personalidad, su leyenda de hombre furibundo, y su innegable genio talentoso, le confirieron un aura de celebridad. Su forma de tocar la flauta travesera, su presencia irreverente sobre el escenario, y unas composiciones basadas en el hard rock más clásico con ínfulas de folk, se convirtieron en un éxito en la década de los 80, y principios de los 90, cuando su brillo se eclipsa por motivos que escapan a la comprensión. El pasado viernes 6 de Mayo Ñu celebró sus cuarenta años de actividad llenando la Sala Joy Eslava, uno de los recintos míticos, situado en pleno corazón de la capital del reino. Con un ambiente que calificaría de espectacular, y con un público entregado desde el primer tema, la banda puso broche de oro a toda una carrera. Y lo que es más, encontró su espacio y su razón de ser, más allá de la leyenda. Ñu, son una realidad, y una realidad sentida y amada por gran parte de los aficionados al rock de este país. Y sobre todo, dieron una gran lección de talento cada uno de sus músicos. La figura imponente de Molina arropa todos los vértices del escenario. Cuando despliega su magia, la vena artística, y ese carácter insondable, parece que la tierra se abre a sus pies. Es majestuosidad, poderío, arrogancia, y energía. Nada escapa a su genio, y la gente, le aclama una y otra vez, con vítores y chanzas variadas. Todo el argumentario escénico gira en torno a su figura, y todo lo que ocurre, de alguna manera, tiene que ver con él. Con José Carlos Molina, músico, letrista, instrumentista, y flautista el país de Rockmelin, donde él es el puto rey. Un rey odiado y venerado a partes iguales, pero en cualquier caso, figura esencial de nuestra historia y nuestra cultura. La banda actual la forma un combo de lujo: Luis Romero a la guitarra, Ramón Álvarez al bajo, Peter Mayr a los teclados, y Javier Arnaiz a la batería.
A la hora estipulada, los músicos subieron al escenario para arrancar los acordes de “Viejos Himnos Para Viejos Rockeros”. Los teclados hammond con su majestuosidad, dieron paso a los riffs hard roqueros, y los cortes de flauta travesera. La sala se vino abajo. Fue apoteósico. Después de recibir semejante baño de metralla, atacaron con “Los Ojos De La Zíngara”, que ya registran en su directo del 92 “No Hay Ningún Loco”. Continuaron con otra retahíla de energía con “Animales Sueltos”, “No Hay Ningún Loco”, “La Granja Del Loco”, “Manicomio” y “Hada”. A lo largo de la noche, fueron subiendo al escenario viejos componentes y amigos para acompañar a la banda. Viejos componentes como Jorge Calvo, Juanmi Rodríguez, Nacho de Carlos o Pedro Vela. Y amigos como Luisma Hernández, Joacol Ruiz, Cristina Lubian, Eva Reina, Gaby de Val y Judit Mateo. Todos ellos abrillantaron la faena, dieron esplendor cual catedráticos del rock. El set list continuó con “Galeras” “Preparan”, “Tocaba Correr”, “Ella” con la voz candorosa y brillante de Gaby de Val, “Fuego”, “El Hombre De Fuego”, “A Golpe De Látigo” y una versión trepidante del clásico “El Tren” con la genial Judith Mateo al violín, que lo acompañó también en “El Flautista”. Para concluir otro clásico “Más Duro Que Nunca”, y “La Copa” con la que concluyó el show, en medio de una salva de aplausos y vítores. Concluía de esta manera una noche mágica, donde se dieron cita los recuerdos más intensos para los que peinamos canas, y momentos de brillante energía, para los que se subieron al carro de Ñu años más tarde. En cualquier caso, la noche pasará a formar parte de la memoria colectiva del rockerio de Madrid. Esperemos que la banda mantenga su actividad, porque lo que sí quedó meridianamente claro, es que José Carlos Molina, aún tiene para muchos tiros en los pies.
CHEMA GRANADOS