Ríos de tinta se han derramado, en torno al gran debate existente entre los que trabajan en la industria musical, sea del estilo que sea, sobre cuáles son las claves de que un artista, o una canción, lleguen a ser un éxito rentable y reconocido. Mucha bibliografía está editada con contenidos de marketing musical y estrategias, encaminadas a conseguir el éxito. En muchos de los que he leído, se ofrecen herramientas y técnicas, que sin duda, pueden ayudar a conseguir el éxito. Queda meridianamente claro, que este trabajo, requiere esfuerzo y sacrifico, para poder obtener buenos resultados. Esto, es innegable. Pero, en realidad, nadie ha encontrado la fórmula mágica, ni siquiera, quienes llevan muchos años en el negocio. Algunos, atribuyen los éxitos superventas, a costosas campañas de promoción y marketing. Obviamente, una gran inversión económica en grandes medios de comunicación, produce como resultado final, un impacto muy importante, pero no definitivo. Otros, atribuyen el éxito a la suerte. Sin duda, es un factor muy a tener en cuenta. La suerte, puede llegar a ser un gran aliado, y resultar ser definitiva en muchos casos. Pero si analizamos el porcentaje de canciones que han sido número uno gracias a la suerte, quizá no sea un valor tan determinante, aunque si hay que darle la importancia que le corresponde. En cualquier caso, lo que si queda de manifiesto, es que el éxito es un concepto vaporoso e incorpóreo, que es más un deseo, que una realidad.
Muchos músicos, se desesperan cuando pasan los años y los resultados no son los esperados. Entran en un debate interno, donde se cuestionan todo tipo de supuestos. Muchos, son grandes músicos, con dilatadas trayectorias, y no han encontrado en su camino más que escollos y desatención, siendo ignorados de la manera más injusta. Saber tocar muy bien un instrumento, a veces, no resulta tan concluyente. Hay tantos aspectos que pueden contribuir a llegar al público, que generalmente, se escapan al control. El público es una masa informe, que se mueve sin dirección determinada, y que no se puede controlar. Podrá rebatirse esta opinión con el argumento de que se puede manipular al público, con campañas promocionales reiteradas y agresivas. Si, se puede, pero por poco tiempo. Porque el público es soberano, hasta para dejarse manipular, y decide a donde ir, que escuchar, que sentir, y sobre todo, que canciones hace propias. Incluso, pueden ser canciones mediocres, sin ningún valor musical, las más apoyadas. Si al público le gusta, será número uno. Parte de culpa podría achacarse a la poca cultura musical, o la escasa formación de criterio del público, pero así mismo, gracias a herramientas de uso común como internet, el público tiene la capacidad de encontrar lo que realmente busca. Además, la ingente información que le llega diariamente, hace imposible procesarla con racionalidad. Hay un ingente universo de grupos, estilos, y opciones de las mas variadas, y el público se ha vuelto poderoso, selectivo, e inconscientemente, sabe que su opción es la única que tiene poder.
El público es, por tanto, quien ofrece su apoyo a un artista, es el que le mantiene, el que posibilita que su carrera sea corta o larga, el que ama sus canciones, el que las divulga y hace las virales. Por eso, conviene trabajar siempre con esta realidad, y no con hipótesis infundadas. El oficio de creador, es complicado, arduo e intrincado, y solo el placer personal, el orgullo de artista, debe de ser el soporte para la creación musical. Muchos artistas han sido capaces de conectar, de encontrar esas claves extrañas con las que fidelizar al público. El talento debe ser un elemento de creación, pero también, una herramienta para convertir al público en receptores de nuestro mensaje; un mensaje que debe de fidelizar, que debe atrapar al público. La influencia de su poder en imponente, así es que, sojuzgar su valor, es un craso error. Posiblemente, jamás nunca nadie encuentre ese pasillo que conecte directamente con el corazón de la gente. Esa es la magia de la música.
CHEMA GRANADOS