Esta semana nuestra marcha rockera nos dirigía al pub Tic-Tac, uno de los pioneros y ya legendarios espacios alcalaínos en los que acompañar con actuaciones en directo las interminables noches de rock y buena gente. Y con la visita de Chuzos de Punta teníamos asegurados ambos ingredientes. Lo primero por tratarse de una ya bien conocida banda local de rock urbano, que cada día no tienen más familiarizados a su constante presencia en eventos y festivales. Lo segundo, porque también estamos habituados a ver sus rostros sobre las tablas, ya sea por haber pertenecido a otras formaciones o bien por compartir proyectos paralelos con otras bandas, como pueden ser Rubén Pérez con Alambre de Espino, formación de tributo a Barricada, y también Antonio “el Ácido” López, quien comparte labores con Bajo Instinto y esta banda de tributo a los navarros. Y, precisamente gracias a esa convivencia entre formaciones, pudimos ver sobre el pequeñito pero acogedor escenario del Tic-Tac, no ya sólo a los cinco Chuzos, sino a un buen número de amigos y compañeros que ayudaron a amenizar y enriquecer una buena noche del más clásico rock urbano. Y bien pronto se hicieron notar esas colaboraciones, ya que quien inauguraba la noche no eran los Chuzos, sino Miguel de Lucas, cantante de la formación Dr. Sapo, que, a la postre sabríamos que se trata del productor del material que esta noche presentaban los alcalaínos, Envasando Vino; como nos indicaría Rubén, cantante y guitarrista de la banda. Así pues, la velada comenzaba con tres temas acústicos de Dr. Sapo, tres cortes de un pop-rock picajoso y animado, donde igual podía uno degustar aires a lo Delinqüentes, mezclado con sabores rockeros y una voz que en ocasiones hacía que a uno le viniese a la mente al gallego Iván Ferreiro. Tres temas que empezaron a caldear los ambientes de una sala abarrotada, cuyos canturreos y seguimiento en los estribillos anunciaban la buena entrega que mostraron a lo largo de la noche.
Ya con los cinco borrachines sobre el escenario, pudimos disfrutar de uno de los temas más potentes de su repertorio. Resaca nos metía de lleno en su descarga con una prolongada intro que hacía honor a su nombre, provocando esa tensión e incomodidad resacosa que no sabe bien uno a dónde le llevará, para pasar a los riffs y punteos no demasiado distorsionados y los pegadizos y protocolarios estribillos de una banda de rock urbano, donde a menudo le asaltaban a uno las reminiscencias de bandas como Porretas, Silencio Absoluto, Marea o los primeros trabajos de La Fuga. La voz grave de Rubén, agudizada en los coros y acompañado siempre por la ayuda del bajista Antonio, se combinaban con las armonías en arpegio, riffs en quinta y los tímidos pero melódicos punteos de “El Padre Toni” Cabrera y Rubén, así como con los ritmos de un crudo rock bien llevados por Carlos Daniels a las baquetas. Con No Hay Lugar y La Marea, los cromatismos y medios tempos dejaban lugar a la destacable presencia de los violines por parte de la “Fiddler Woman” Mamen Borallo, que aportaba a la banda unos curiosos y muy originales toques de folk. Con este tercer tema, llegó el momento de reclamar la presencia del guitarrista Miguel Trigo y Lito Castillo a las cuatro cuerdas -guitarra y batería de Bajo Instinto-, que hicieron de gratos acompañantes para un tema lleno de cambios de ritmo y algunos toques de progresión y bastantes de melodía. Igual ocurría con su cuarto corte, Más que Santo, donde las armonías y melodías celtas contrastaban con los medios tempos distorsionados y un ascenso hacia los básicos ritmos punk-rock, que en algunos momentos podían acusarse cortes demasiado drásticos para un patrón clásico, pero que fomentaban la oportunidad de disfrutar de los breaks de Carlos y los estribillos pegadizos, donde dejaban colarse alguna mítica frase, como el “que me chupe la polla” de Zach de la Rocha.
Para su quinto tema, Jonkys, las guitarras de los Chuzos contaron con el apoyo de David Martín, solista de Bajo Instinto, para descargar un arroje de rock punkarra que nos dejaba para la posteridad frases tan sublimes como “el mejor material… sigues siendo tú… para hacerme pajas”. Con Volveré, regresaba también Miguel de Lucas a las tablas para interpretar un tema lleno de cambios, con una batería bastante activa y una esencia lírica que brindaba tributo al sentido existencial y emocional de la figura del músico. Con un público embravecido y coreando todos sus estribillos, recibíamos la séptima canción, El fin, un medio tempo con introducción acústica y endulzada con las notas exóticas del violín de Mamen, que aportaron la nota de reflexión y calma a la noche. Tras este ligero descanso, llegaba el cuarto invitado de la noche, Chucky, guitarrista de Izurri, otro buen dominador de las seis cuerdas que puso su granito de arena para interpretar Torpe, un tema en el que, sin duda alguna, las notas más sobresalientes las aportaban los cromatismos del bajo de Antonio y los interludios salpicados por las eléctricas y paranoicas secuencias de violín que acompañaban los punteos de Chucky. Las melodías en arpegio y los punteos melódicos, con una serena técnica, se tornaban aún más protagonistas en los dos últimos temas de su repertorio, Vagabundo y Aquellos días de ti, donde los ritmos en redondas y los interludios progresivos, terminaban por explotar en estribillos pegadizos y plagados de notas sueltas, frases corales algo repetitivas o coreos futboleros al más puro estilo punkarra. Y si bien había terminado el repaso a sus temas propios, no significaba esto, ni mucho menos, que la descarga de adrenalina rockera se hubiera acabado, ya que a continuación llegaba una retahíla de fenomenales lemas de nuestro legado rockurbanero nacional. Así pues, pudimos disfrutar con versiones tan satisfactorias como Grana y Oro y Jartos de Aguantar de Reincidentes, Qué Desilusión y Flojos de Pantalón de Leño y Rosendo, el Mótxalo de SA, Txus de La Polla o el imperecedero Blanco y Negro de Barricada. Temas muy bien interpretados que consiguieron arrancar las últimas bocanadas de adrenalina por parte del respetable, que no paró de corear, bailotear y animar otra memorable noche de rock en la ciudad de Cervantes. Al final, con diez individuos subidos al escenario para despedir este evento, uno se iba con el buen sabor de casi dos horas de una dosis de rock urbano en estado puro, con un público aguerrido y fiero y una banda con aportaciones peculiares a este estilo que, sin duda, seguirán mostrando que están bien vivos y tienen ganas de sacudir esqueletos, pues según pudo saber el que escribe, se espera nuevo material para finales de este año.
TEXTO Y FOTOGRAFÍA: DANI ÁLAMO