Lilith, la formación catalana liderada por la incombustible vocalista Agnes Castaño, vuelven a la arena del rock estatal con un nuevo disco “Leche De Rock”, un disco con el que cierran la trilogía que iniciaran con “No Te R.I.N.D.as” en el año 2.007. Así pues cierran un ciclo, y proveen vigencia a ese contingente narrativo que se sucede en las tres obras; y sobre todo, coherencia. Porque esta trilogía, aunque no lo parezca, está ensamblada de cabo a rabo por un intangible nexo que unifica todo el contexto. “Leche De Rock” a diferencia de las anteriores obras es un disco reflexivo, dotado de un sonido pulido, sin aristas. Quizá se ha convertido por derecho propio, en el broche de oro para culminar esta ingente obra cargada de rock ácido y sentimientos ambivalentes y auténticos. Sin desviarse ni un ápice de su discurso narrativo, y sobre todo, de su propia identidad, Lilith han vuelto a reafirmarse a sí mismos, a su resonancia y a sus perspectivas de futuro. Este disco abunda en interioridades que cierran el círculo con destreza y que, por supuesto, siguen emocionando. No han perdido la intensidad, ni el musculo; tampoco la sensibilidad bien entendida para expresar los sentimientos más puros, hasta los más degradantes. Es un disco compuesto por trece cortes, donde se pueden encontrar toda la simbología intimista del grupo, y también, las aportaciones novedosas que surgen en alguno de sus temas. Para los que ya somos fanáticos de esta banda desde sus orígenes, este disco supone lágrima y latido, un descenso a los abismos, o un subidón al cielo más imponente. Uno no puede dejar de estremecerse con una canción como “Entre Líneas”, dejando que su letra erosione las paredes del corazón, que acaricie los instintos más profundos. O puede tomarse un chupito de adrenalina caustica con “El Muro” “Miénteme”. Porque la música tiene el poder del desdoblamiento, de la introspección, y ellos lo saben muy bien, y por eso manejan los hilos con maestría para encontrar los puentes que conduzcan al oyente hasta el deslumbramiento. Rock, puro rock enérgico, soflamas con esquirlas de dolor o de pasión.
Hablaba del sonido, que está consolidado, que tiene personalidad propia, pero hablaré de esa expresión diamantina que la voz de Agnes Castaño imprime en cada canción, y que se convierte en luz en medio de las tinieblas. La furia o la caricia, que más da, ella sabe elevar a la quinta esencia cada estrofa, cada giro vocal, revolcándose en el lodo de la ignominia, o en el candor de las lágrimas. Todo sirve para llegar a la máxima expresión, el arte por el arte. Por sus venas corre el rock, ese gen incontrolable que regurgita en su interior. Y como no, ese combo mágico que la sostiene con Albert a la guitarra, Joan a la batería y Rafa al bajo Así pues, la disparidad de criterios se antepone a la linealidad, en temas como “Pasado” un medio tiempo delicioso, o “Payaso” que contiene toda la esencia destilada gota a gota, sin olvidarse de temas algo mas eclécticos como “Peter Pan” o “Porros”. No sabemos a donde les llevará el destino para su próximo trabajo. Seguramente a lugares inhóspitos. En cualquier caso, este disco, es un reafirmante de su condición de artistas, y para los que somos devotos de ese arte diamantino y oscuro, nos queda el aliento rezumante de rock frenético y rabioso que deja una huella tan profunda, tan inmensamente indeleble, que sentimos la imperiosa necesidad de tomar esta droga con devoción. Lilith es mucho más que un grupo de rock, es un propósito de vida, y a veces de ensoñación. Si te atreves a entrar en su territorio, y tienes agallas de sentirlo dentro, muy dentro, te aseguro que nunca te arrepentirás.
CHEMA GRANADOS