Los legendarios Sinkope acaban de publicar su último trabajo discográfico titulado genéricamente “Creer Y Luchar”. Un título muy apropiado, alegórico, y que, por tanto, recapitula con firmeza la impecable trayectoria profesional de esta banda oriunda de Extremadura, que, braceando contra el empuje del implacable tiempo, no han hecho más crecer como banda, como músicos y como persona, luchar con persistencia para defender el ideario concebido en origen, donde los principios se funden con los sentimientos, formando un todo, y donde el dolor que produce la vida se transforma en celebración. Los que ya conocen de lejos la voz airada de esta banda, comprenderán porqué se han mantenido a flote con el viento en contra, peleando a dentelladas por asomarse al sueño más inclemente, si caer en el delirio de los tiempos que vivimos. Son, por tanto, un soplo de serenidad en medio de esta tormenta de aullidos y ruidos perversos que nos circunda; de voces del odio y del resentimiento que se conjuran contra nosotros, y que ellos combaten con los únicos versos posibles: la poesía de trinchera.
Otra vez, airean sus voces reflexivas, envalentonados, desde el promontorio de su santuario de resistencia, con la frente alta y la mirada inflamada. Cada disco de Sinkope es el retorno del amigo al que se echa de menos, la abolición de las distancias, la gratitud de una melodía o el abrupto latido de los riffs endiablados. Para este disco nuevo no han escatimado en complacencia y esfuerzo por mejorar, en buscar nuevos sonidos, muchos más hard rockeros, con riffs enérgicos y bien estructurados, como en la canción que abre el disco “Latidos” o “Sigo Sin Creer En Dios” de un perfecto trazado. En este entorno de dispendio emocional, nos conmueven con “Hacer Puentes”, un tema melódico pero definitorio de la energía emocional con que encaran cada canción.
En esta época convulsa que nos ha tocado vivir, circundados por un mundo repulsivo y desordenado, endeble y moralmente devastado, estas canciones que nos ofrecen Sinkope ayudan a sanar heridas, a reparar los corazones maltrechos, y abrazar la esperanza como a un hijo prodigo que retorna a nuestros brazos. Amor a bocados, abrazos desbocados, sangre latente, y alma palpitante. Toda la poesía cabe en dos palabras, todas las melodías se convierten en manadas de pájaros fabulosos. Rock potente y la dulzura de los versos que conmueven.
CHEMA GRANADOS