Uno de los mayores acontecimientos vividos en años para el rock estatal, tuvo lugar este pasado sábado 17 de Septiembre en el coso de Las Ventas en Madrid. Un acontecimiento, que pasará a los anales de la historia del rock de este país, como una efemérides para reivindicar nuestra historia, nuestra forma vivir, y nuestra esencia como cultura. Rememorando la edición que tuvo lugar en la ya desaparecida Plaza de Toros de Vista Alegre en el año 1978, con un cartel compuesto por Topo, Cucharada, Leño, Mad, Coz y Teddy Bautista, la presente edición trataba de rememorar, pero también, de incentivar y actualizar ese espíritu, con un cartel compuesto por bandas, que una u otra forma, contribuyeron a construir el rock en nuestro país. Para los que tuvimos la suerte de vivir aquella tarde, se nos quedó enquistado en el corazón, el recuerdo indeleble de un concierto intenso, repleto de dificultades, que nos colmó de energía e ilusión, cuando comenzábamos a abrazar el rock en nuestro país. Los organizadores de esta presente edición, no solo quisieron rendir tributo a aquel recuerdo, sino que además, nos mostraron que muchas de aquellas premisas iniciales están hoy más vigentes que nunca, y sobre todo, que el rock en este país sigue manteniéndose latente, a pesar de que muchas voces siniestras y discordantes, vienen vaticinando hace años la muerte del rock. Nada más lejos de la realidad. Y esto quedó patente con creces, con una plaza de todos a reventar y un espíritu claramente encendido. Con una infraestructura muy cuidada, en cuanto a sonido, escenario e iluminación, dotada de todo lo
necesario para ofrecer un espectáculo integral, el festival arrancó con la presencia de dos gurús del rock como son Vicente Mariscal Romero (Mariscal Radio y Rock FM) y Juan Pablo Ortuño, El Pirata (Rock FM), que se encargaron de encandilar al público con sus respetivas arengas, actuando de maestros de ceremonias del acontecimiento durante toda la noche. Seguidamente, Coz apareció sobre el escenario para abrir fuego en la tarde madrileña. Ofrecieron un concierto intenso, donde fueron desgranando algunos de sus éxitos pasados, y algunos de los temas con los que la banda prosigue su camino. Dieron muestras de su savoir faire, y de su maestría, a pesar de que el coso aún no estaba al completo. A continuación, Topo, muy aclamados, que nos abrazaron con la nostalgia de alguno de sus himnos más esenciales. Siempre emotivos, entregados, dejándose llevar por el caluroso empuje de un público dispuesto a colaborar para que su actuación fuera un éxito. Se mantienen en la brecha, en plena forma, demostrando que el tiempo no ha pasado por ellos, consiguiendo embargar al respetable con la emoción de los sentimientos. Con la plaza casi al completo, Ñú compadeció en el escenario. El incombustible José Carlos Molina, se afanó por contagiar de su energía al público, con su juego de histrionismo calculado y su actitud inapelable. Sonaron muy bien, muy heavys, ofreciendo un show imponente, arropados en algunos tramos por la genialidad de la violinista Judith Mateo. Dejaron un recuerdo imposible de borrar. Cuando la noche se había posado sobre Madrid, Asfalto salía al escenario. La banda, ataviada de blanco, y con un discurso encendido, fueron mostrando su arte a base de rock progresivo, rock melódico y la inestimable presencia de un Julio Castejón radiante de felicidad, único sobreviviente de la formación original. La actuación se desarrolló sin prerrogativas, con ahínco, mostrando la agudeza de sus canciones, con la fuerza de un repertorio donde hubo lugar al recuerdo, y a los temas con más contemporáneos con los que la banda sigue manteniéndose a flote. Les siguieron Barón Rojo, que fueron recibidos por los vítores de un público, que no olvida los temas clásicos que pusieron al rock español en el mapa internacional. Ese merito, nadie se lo podrá arrebatar. Sin embargo, su actuación resulto algo alicaída, son un Carlos De Castro inmóvil frente al micro y actitud adusta, en contraste con un Carlos De Castro mucho más activo. La banda, ha entrado en una especie de dique seco, debido quizá al desgaste del paso del tiempo, que ha ido haciendo mella en la formación. Mucho esfuerzo debieron de hacer para cantar las canciones en su tono, pugnando por encontrar su espacio en el escenario, y denotando cierto agotamiento que sembró algunas dudas sobre su vitalidad. Ya son un mito, pero quizá, deberían replantearse dejar espacio, y no apuntalar un proyecto que parece
muy anquilosado. Aunque no soy quien para juzgar, si opino que merecen cerrar el ciclo con dignidad. Para cerrar la noche, Burning, siempre incombustibles, perfectos, majestuosos y chulescos, cargados de rock & roll. No defraudaron a nadie. Jhonny Cifuentes su mago imponente, cercano, que domina la escena con maestría, que transmite emociones, y que disfruta sobre el entarimado con pasión. Volvieron a encender los corazones, volvieron a encandilarnos una vez más con su potencia y su energía, con una formación de lujo, con sección de vientos, percusión, coros, y un plantel de músicos de primera línea, que saben encauzar el invento con maestría. El momento más álgido, y quizás el más emocionante, fue aquel en que toda la plaza de toros cantó al unísono uno de los himnos de nuestro rock, el “Maneras De Vivir”, una canción imperecedera, que nos define en sí misma, que nunca morirá, y que nos produce tanta agitación. En resumen, un éxito total, que debemos agradecer a los organizadores, que han arriesgado y sacrificado mucho para que este acontecimiento tuviera lugar. Agradecerles que nos hayan devuelto nuestra historia y nuestra identidad, y desde esta tribuna les alentamos para que en el futuro haya nuevas ediciones de este festival, porque este país necesita de su entrega y talento para mantener viva la llama del rock. Enhorabuena por vuestro trabajo.
CHEMA GRANADOS