El pasado viernes 12 de mayo (¡uuuuuyyyyyy!), la sala Barracudas y los que allí nos congregamos, tuvimos la privilegiada ocasión de ser testigos de un inmejorable tridente de bandas extremas del repertorio nacional underground. Con una entrada totalmente asequible a todos los bolsillos, la estupidez y la ausencia de criterios del personal volvieron a brillar con una destructiva y deprimente luz propia, pues, apenas unas pocas decenas de amantes del buen metal pudieron disfrutar de semejante hazaña sonora, mientras podemos asegurar que centenares y miles de borregos pantomímicos petarán los estadios en los que actuarán dinosaurios tanatófilos como los Gansos Rosas o los Lica -sí, esos vomitivos californianos que dejaron el metal en el armario hace décadas y se codean ahora con meretrices musicales de alta alcurnia y, lo que es más lamentable, ya cuentan con miles de entradas reservadas para su futura visita en el año que vendrá-. Éramos pocos, sí, pero no parió la abuela, ya que no nos hizo falta más que aquellos que, ya bien sabiendo a lo que venían como otros tantos que no, demostramos que la miel no se hizo para el hocico del asno, por lo que no echamos de menos ningún rebuzno posturístico que no supiera apreciar la calidad que corre por las venas de estas tres pedazo de bandas. Abrían la velada los alcarreños Stillnes, presentando al destrozador de parches que les acompañará temporalmente -quién sabe si no indefinidamente- tras la repentina e inesperada marcha de su baterista cofundador Bastian Rozas. Su lugar viene a ocuparlo Juan Alberto Gómez, cotizadísimo baterista que compagina como puede su labor en la formación de thrash/death torrejonense Matadero, con un amplio número de peticiones de colaboración en otras bandas y su labor laboral y paternal. Los de Azuqueca no tuvieron su mejor noche: además de sufrir los típicos desajustes de sonido de aquel que arranca un evento, se unía la fugacidad con la que el mentado Juan ha tenido que aprenderse el repertorio. Sin embargo, superando todas las dificultades, estos inquietos amantes del thrash de vieja escuela desplegaron una enérgica descarga, centrados en interpretar las piezas más rompedoras de su segundo redondo, ‘Sin Destino’. La canción homónima y ‘Obsesivo’ marcaron un comienzo tenso, demasiado forzado y a contra pelo, donde podía mascarse la incomodidad en cada uno de los integrantes, pero, donde poco a poco las piezas fueron encajando, como tras ‘Condenado a la Locura’, de su primer LP ‘Prisión del Miedo’, que serviría para tomar un poco de aliento, afinar y permitir que Jesús San José se marcara el momento de chascarrillo para anunciar su poderosa versión ‘Pesadilla Nuclear´ y no decayese el cachondeo tras cuatro descargas de su grindcoreta ‘Eyaculación Precoz’. Los vítores con el público del bajista y vocalista Quique Napalm conseguían caldear el ambiente del respetable, mientras ‘Guerra Pacífica’ y ‘Esperanza’ se sucedían para demostrar una calidad técnica de sus guitarristas, Jesús y Víctor Márquez que la ecualización de la sala no permitió percibir con justicia. Igualmente, se les oyese en condiciones o no, no perdieron su pasión sobre las tablas y no pararon de intercambiar posiciones sobre el escenario y berrear sus coros con total entrega. A estas dificultades de sonido hay que añadirle los animados pies de plato que decidieron por cuenta propia incordiar durante toda la noche y que la siempre oportuna presencia de Pol DQ, ese todoterreno que no se pierde una, siempre que su agenda lo permite -más aún cuando se trata de ayudar a sus amigos y ex compañeros Eczema-, hizo que no fuese tan incómoda la ejecución de los bateristas. Y para alimentar más el anecdotario de la noche, Víctor se armaba con una peculiar guitarra de diseño, con decoración y tamaño infantil, para dar las últimas pinceladas de la descarga, con su ‘Veneno y Gas’ y una despedida en outro de lo más desternillante, gracias a los acordes del toque de diana del Quinto Levanta. Una noche de altibajos para los azudenses que, sin duda, sería resarcida la noche siguiente en su visita a tierras salmantinas. Tras la descarga de estos thrashers, llegaba el turno de arreglar todo desaguisado técnico con la presencia de los demenciales Eczema. La legendaria banda madrileña, más en racha que nunca, vino con las firmes intenciones de pasear sus galones y hacer desencajes mandibulares por doquier. Ataviados en su ya ritual estética gris y engalanando la sala con sus lonas del último trabajo ‘Proyecto 3k9’, comenzaban su descarga con la también habitual intro de El Padrino, que amenizan a la perfección los progresivos acordes de ‘#0411’, y que, junto con ‘#503.b’ volvían a dejar boquiabierto y desubicado al personal, en gran medida debido a esos demenciales cambios de ritmo, de registros vocales entre Darío e Iván Carrillo, ese contraste de actitudes, entre la serenidad de Darío y su hermano Sergio y la inquieta e hiperexpresiva locura de Iván y, sin duda, la martilleante e imparable pegada del baterista Samu Lozano, que lo mismo puede uno verle recorrer de lado a lado su repertorio de cajas, aéreos y platos -desplegando un juego de charles a cada lado-, encerrado en esa sanguinaria expresividad que requieren los tempos más veloces, como contoneándose alegremente con los momentos más melódicos y relajados. ‘#0073’ con su martirio sincopado y su sublime juego de diálogo de tappings daba paso a la versión de la noche, ese ‘Jealousy’ de los floridanos Death que terminaba por despejar toda duda de mejora generalizada respecto a su repentino y atropellado último concierto del mes pasado, pues estábamos presenciando una descarga llena de serenidad, firmeza y aplomo sólo al alcance de los más versados sobre las tablas. ‘Las Escamas del Olvido’ y ‘Miserias’ fueron las piezas escogidas de su anterior redondo ‘La Decadencia de Ser’, dos cortes inmejorables plagados de sentimiento y energía. Se despedían de nosotros con, previa a Miserias la envolvente y sinuosa ‘#5016’ y, final y lamentablemente, pues siempre se hacen cortas sus actuaciones, ‘#0053’ con la que poner fin a un repertorio lleno de contrastes, emociones encontradas entre el público, que se debatía entre la admiración, el desconcierto y ese nosequé que siempre le dejan a uno en el cuerpo estos fuera de serie. Y llegaba el último plato de este extremo y enérgico menú. Los zaragozanos Darmage recorrieron 300 kilómetros para presentarnos su delicioso nuevo disco, este ‘El Gran Titán’ que está cosechando grandes críticas y seguramente augura un merecido empuje en la carrera de estos amantes del groove y el metalcore. Ofrecieron un equilibrado repertorio, donde dieron cabida a un equitativo número de cortes de su anterior ‘La Caída de los Ídolos’, donde desde el primer momento, la rabia, el descaro y la adrenalina fueron su razón de ser -totalmente comprensible cuando te recorres semejante kilometrada, depositas la indignante talegada que hay que soltar en Madrid para tocar en una cueva mal iluminada y con semejantes dificultades técnicas y que, para colmo, los madrileños se queden en casa por no gastarse 6 míseros euros y ahorrar para futuras visitas pleistocénicas-. La cromática ‘Ya No Eres Nadie’ dejaba el listón de rapidez y contundencia en lo más alto, seguida de la potentísima ‘La Antítesis’, un corte con el que rebajar la velocidad, pero, a su vez, dejar bien claro que estos maños tienen por bandera el sacudir la ignorancia y el pasotismo político de esta sociedad adocenada. ‘Tu Propia Esfinge’ y ‘La Cura’ servían para que el inquieto y esquizoide Pablo Buey tomase aliento y reuniese a la banda y a su fiel escudero -y chófer en esta ocasión- Alex para brindar con un lingotazo de bourbon por la presentación de este arduo trabajo de gestación del Titán. Seguían derrochando rapidez y contundencia con ‘El Arquitecto’, ‘Paranoico’ o ‘El Fin del Eclipse’, donde los brincos y aspavientos de Pablo contrastaban con la serenidad y la cadencia de la ejecución de sus cuerdas de Luismi y Fede (al cual vi mucho más liberado y deslenguado que hace un año en We Rock) y, sin duda, con la ejecución del arácnido Dani, que disfruta sacando jugo a sus platos y aéreos con una pasmosa y sorprendente tranquilidad. A medida que avanzaba su despliegue, con piezas como ‘El Eterno Emérito’ e ‘Invencibles’, Pablo amenazaba con quebrar su voz, sobre todo en esta última, para lo cual otro descansito con intento de repetir la chupitada servía para reponer fuerzas y afrontar el descenso final con renovadas energías. Se despedían de nosotros con dos inmensos temazos, ‘Enemigos de la Reflexión’ y el homónimo tema del último disco, para definitivamente decirnos un esperado “hasta pronto” con ‘El Huésped’. En fin, otra descarga inmejorable en la calidad y calidez de las bandas, con un post-concierto cercano, cervecero y que nos sirvió a algunos para descubrir los secretos técnicos de más de un músico; pero muy mejorable en la escena, ya que bandas como estos tres devoradores de decibelios bien merecen que la mismísima capital del país pueda ofrecerles espacios bien adaptados técnica, económica y promocionalmente hablando. Pero, para ello, es precisamente el criterio y la demanda del público quien tiene que hacer que cambien las cosas. Nos veremos por los pubs, pequeñas salas y bares, siempre que las entradas de cifras centenarias os permitan bajar a apoyar a las bandas que lo necesiten. Luego os quejareis de que no hay bandas nuevas y de calidad en nuestro repertorio nacional. Valientes miopes necrófagos.
TEXTO Y REPORTAJE GRÁFICO: DANI ÁLAMO.