Se cumplen 73 años del nacimiento de uno de los artistas más grandes que haya alumbrado este país: Miguel Ríos. El cantante originario de Granada supo cómo nadie nadar en aguas bravas en los momentos más aciagos de nuestra historia, salir airoso, y no sucumbir al decrépito entramado cultural de la época. Y lo que es más, supo abrazar sus sueños de ser cantante como una especie de salvavidas al que aferrarse fuertemente. Miguel Ríos nació en el barrio de la Cartuja en Granada, y su vida fue la de un chaval humilde, de familia humilde, que hubo de buscarse la vida para ayudar en casa. Como millones de españoles de aquella época. Después de trabajar en un bar como camarero, tuvo el destino el capricho de que fuera contratado como empleado en unos grandes almacenes de la ciudad, en concreto en la sección de discos, lo que le posibilitó entrar contacto con los artistas y bandas allende los mares, toda la música internacional y nacional que por entonces estaba en el candelero. Después, el concurso de talentos “Cenicienta 60” en Radio Granada donde ganó con la canción “You Are My Destiny” de Paul Anka. A los dieciséis años deja su ciudad natal, a su familia, y se traslada a Madrid de la mano de un cazatalentos para buscarse la vida en una industria musical laxa y cuadriculada. Entonces se afirmaba que el rock & roll estaba muerto en favor del twist, pero la miopía intelectual de este país era incapaz de ver como el rock, no solo no estaba muerto, sino que poco a poco fue abriéndose paso en el mundo. Él fue uno de los primeros que enarboló la bandera del rock. Se convirtió en la voz de toda una generación, y fue un referente muy claro en la peor época del franquismo cuando la dictadura comenzaba a resquebrajarse junto a la salud del dictador. Más tarde, inspiró la transición democrática son sus canciones, y aquellas giras mayestáticas que recorrían todo el país. Fue empresario, presentador de televisión, rebelde con causa y el corazón del rock patrio siempre latiendo. A lo largo de su carrera ha ido dejando un legado de recuerdos, canciones y momentos indelebles que siempre estarán presentes en la memoria colectiva de nuestra sociedad. 17 discos publicados, 6 discos en directo y 16 recopilatorios. Toda una vida entera y plena entregada al rock. A nuestra cultura de la que nunca renegó. Hoy, 73 años después, retirado de la actividad profesional, su recuerdo, que permanece siempre vivo, planea sobre nosotros. Hoy ese recuerdo se proyecta muy alto. Y se agradece. Para todos aquellos que le guardamos devoción y admiración, incluso para aquellos que lo odian o menosprecian, y para todos aquellos que vivieron la época de una sociedad partida en dos, donde sus canciones hacían fermentar los corazones con sentimientos de paz y lucha. Fueron el apósito que cauterizó muchas heridas. Toda una vida entregada a la música y a transmitir sentimientos a sus semejantes. Desde su retiro, sereno en su isla, seguro que aún mantendrá el pulso de esa mirada insolente y provocativa que irradia rebeldía. Hoy serán días sosegados. Quizá, la convulsión siga regurgitando en su corazón. Nunca se deja de ser rockero, ni de sentir como un rockero. Así que pasen cien años.
CHEMA GRANADOS