Bienaventurados aquellos que aman la música, aquellos que viven y sueñan por y para ella, porque con Dry River tendrán la felicidad asegurada de por vida. La música, elevada al máximo exponente. Es difícil no emocionarse con sus canciones. Resulta tan sencillo, como dejar que el latido de tu corazón se acompase al mismo ritmo que sus acordes, y en esa sintonía, incorporarse al caudal inagotable de su creatividad. Porque Dry River no es una banda de rock, es un compendio de talentos entrelazados al servicio de la emoción. Seis artistas que expelen su arte con el mismo rigor con que Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina. Son los artistas que se esfuerzan por soñar con su sueño, con avivar las brasas de la emoción, por encontrar el camino de la belleza a través de sus canciones. Una belleza, sincera y real, que se incorpora a tu vida por medio de una especie de osmosis emocional. Dry River alcanzará su zenit cuando la órbita esté preparada para recibirles. Dentro de muy poco. Mientras tanto, ellos insisten en seguir trabajando al margen de la celebridad o el éxito. Como hacen los artistas. Ajenos a la insignificancia, la vulgaridad y el morbo. Porque ese día llegará, y será para siempre.
Acaban de publicar “2038”, un nuevo trabajo discográfico compuesto por diez temas extraordinarios, editado por Rock Estatal Records. En esta ocasión, el argumentario que encierra este conjunto de canciones, es un viaje en el tiempo hasta llegar a 2.038. En cualquier caso, la esencia de este nuevo disco es la misma que con anteriores trabajos: la calidad de la interpretación, la búsqueda de un espacio más allá de los estilos, donde estos se compatibilizan, y trabajar para que el sentido sensorial de la composiciones sea el más intenso posible. Amén de que la parte más emocionante y pasional, quede siempre en primer plano. De Dry River se ha dicho que son un grupo de rock progresivo, pero en realidad, van mucho más allá. El rock es su latido vital, la esencia de la que parten. Pero en su camino, han ido enhebrando mucho más que simples estilos, sino un espacio propio para elaborar su propuesta con una sabiduría que enmudece.
El disco abre con “Perder El Norte” un tema intenso y vivificante, con sortilegios vigorosos, donde la letra realiza una evaluación de la situación actual de nuestra sociedad, critica y coherente, aderezado por el ardiente clima creado por los teclados y las guitarras. “Fundido A Negro” es el segundo corte del disco, el single, y se trata de una canción enardecida, con ritmo sosegado pero intenso, y una estructura melódica muy bien ensamblada, donde nuestra Madre Tierra adquiere todo el protagonismo de la letra y del mensaje. A continuación, “Rómpelo”, un tema disímil y extrovertido, con unos riffs muy originales y una excelente instrumentación. “Me Va A Faltar El Aire”, el siguiente tema, es una canción conmovedora con un estribillo que te eleva, que te hace remontar, que te hace sentir la profundidad del mensaje en tu interior, y el júbilo de sentir como sus acordes te van retroalimentando. Y versos profundos: “De tanto contar / el tiempo grano a grano / casi he olvidado ya / que el viaje no ha acabado” Destacar, como no, los solos de guitarra y la voz de Ángel Belinchón que engrandecen el tema. Seguimos con “Me Pone A Cien”, quizá el tema más ecléctico del disco. Muy vitalista, vanguardista, con algunos visos de pop electrónico, pero con una combinación de coros que sobrecoge. Algún destello funk en las estrofas, y un estribillo luminoso, pero igualmente portentoso. “Camino” abre con una intro orquestal y acordes de piano, seguido de unos riffs metaleros palpitantes, para dar paso al corte siete “Al Otro Lado” que es una especie de balada soul con tramos sinuosos y mucha carga sentimental. En el tramo final “Cautivos” una canción que comienza con una guitarra acústica como preámbulo a un medio tiempo sosegado, que me recuerda mucho a algunas canciones de los principios de Queen. Y ya casi concluyendo, “Pean” un tema de rock progresivo muy bien estructurado, y “Con La Música A Otra Parte” una tema de celebración, de casta rockera, rompiente.
Un disco por tanto, bien estructurado, bien producido, y con una instrumentación lustrosa. Además, han colaborado en la grabación numerosos artistas, aportando lo mejor de sí mismos con los coros, violín, viola, violonchelo, trompeta, saxo barítono, trompeta, trompa y percusión. Y se acaba. Deseas que haya mucho más, pero se acaba. Es entonces cuando sientes que el proceso de escucha, se ha transformado en un proceso de incubación y metabolización, de esa especie de bacteria feliz que se te inocula dentro, y que se va desarrollando dentro en ti. Ya está dentro, y ahora solo tienes que ser feliz, sentir las melodías cada vez que escuches el disco, sentir como puedes viajar a esa nueva dimensión, a la que solo la música de Dry River te puede transportar. Es pasión de fan. Si, lo es. Pero también, es un juicio sosegado y objetivo, que se ratifica por sí mismo tras escuchar este disco. Dry River tienen mucho camino por recorrer, tienen mucho que aportar, y su bagaje va a ser largo y cautivador. Los que nos hemos subido a su estrella, seremos millonarios de emociones y de placer. Lo recomiendo, para salir de la mediocridad, como estímulo emocional, y como no, de placer. Ellos terminan el disco con esta frase elocuente: “Hay que darse un homenaje de vez en cuando” Este sí que es un buen homenaje a la música en mayúsculas. Enhorabuena!
CHEMA GRANADOS