Con el transcurso de los años he tenido muchas conversaciones e intercambios de opinión sobre el rock, sobre todo con músicos o con compañeros periodistas. Como todo en la vida, hay quien argumenta con brillantez e inteligencia, y hay quien es un iletrado por mucho que se esfuerce. Si uno es capaz de separar la paja del trigo, generalmente, puede aprender de los demás, incluso, verificar ideas o cambiarlas al comprobar que estábamos equivocados. La historia del rock en nuestro país es corta, pero no por ello, exenta de momentos vibrantes, de canciones que nos acompañarán toda nuestra vida. Sin embargo, siempre hay alguien que te conmueve con sus ideas, con su manera de enfocar las cosas desde otro ángulo diferente, con sabiduría pero con humildad. Ese hombre era Javier Gálvez, un hombre al que conocí una tarde de verano mientras esperaba para entrevistar a Medina Azahara. Tocaban en el Aceituna Rock, un festival que se celebraba en la localidad de Camporeal. Los Medina llegaban tarde y con problemas a la cita, así es que tuve toda la tarde por delante para esperarlos antes de regresar a Madrid, y Javier se encargó de darme cobijo intelectual con una charla e intercambio de opiniones que ojalá aun durara. Su sabiduría provenía de un excelso amor por la escena rock, por la música en general, y por esa avidez que necesitaba para digerir todo lo nuevo. Aquella tarde siempre quedará en mi memoria, y aunque luego lo seguí tratando por motivos profesionales como manager, siempre que me veía me recordaba aquella tarde de Agosto, y la charla de varias horas que nos pegamos. Donde quiera que esté, seguirá pensando en la mejor manera de levantar el rock de nuestro país. Porque él nunca se rendía, y siempre tenía esperanza en el futuro del rock. Siempre alegre, siempre fiel a sus principios. Javier Gálvez, un abrazo amigo.
CHEMA GRANADOS