DRY INOLVIDABLE RIVER
Dicen que las grandes experiencias que vivimos a lo largo de nuestra vida, se tornan indelebles en nuestra conciencia y en nuestros recuerdos. Pero, además, si la experiencia es emocional, y tiene que ver más con sentimientos que con aprendizaje, se llevarán siempre dentro de uno mismo, con la certeza de que el paso del tiempo y de los avatares de la vida, nunca podrán destruirla. Habrá quien pueda creer que extrapolar este razonamiento a un grupo de música, sea una veleidad. Siempre habrá entendederas que sepan ir mas allá del seso, de la realidad tangible. Yo hablo de otra cosa, algo que está por encima de lo real, de ese materialismo innato con que se vive la vida que nos organizan desde las alturas. Hablo de sentir el latido, el brote de la emoción, de las lágrimas que afloran cuando un solo de guitarra araña tu alma, cuando la música te da las razones por las cuales vivir pleno de felicidad, cuando un instante se congela para siempre, y se hace eterno. Quizá sea difícil de entender para aquellos que piensan que la música solo sea entretenimiento. Da igual la razón cuando puedes ir mucho más allá, mucho más alto. Así es la música de Dry River, y no hay otra manera de entenderla. Al menos, para mí. Así ha sido desde el comienzo, cuando “El Circo De La Tierra” vio la luz, y escuché por primera vez “Pequeño Animal”. Desde entonces, el sentimiento ha ido creciendo y evolucionando a la par que la trayectoria del grupo. Así que, para mí, todo su éxito y su grandeza, la siento como mías también. Su trayectoria, desde entonces, se ha ido elevando, y la aceptación se ha materializado en su sold out en la Sala Copérnico de Madrid, donde un público entregado y enardecido arropó su show. Un show que no dejó de ser intenso en ningún instante, y donde la deflagración emocional sirvió como combustible para elevar nuestros sentimientos a lo más alto. Con la sala al completo, los primeros acordes de “Perder El Norte” sonaron y el publico respondió de inmediato. Un clamor incesante se apoderó del espacio. El sonido impecable, y el discurrir de los músicos sobre la escena, calaron el espacio. Luego llegaron “Fundido A Negro”, “Rómpelo” -con la gente coreando como embrujados- “Con La Música A Otra Parte”, con la colaboración del trepidante guitarrista Juanjo Melero (Ex Sangre Azul) “Me Pone A Cien”, “Camino”, “Al Otro Lado”, “Cautivos” y “Pean” donde pudimos gozar con la presencia del vocalista Ronnie Romero (Rainbow) que revistió con su magia y potencia vocal el tema. “Me Va A Faltar El Aire” completó el disco “2038”.
A estas alturas la sala ya era un hervidero, con el público cada vez más entregado al delirio de unas canciones que conseguían enhebrar las emociones. En la segunda parte, mucha más energía vital, con temas como “Traspasa Mi Piel”, “Bajo Control”, y un regalito que el público agradeció sobremanera, una versión del “Bohemian Rapsody” magistralmente interpretada y comandada una vez más por Ronnie Romero a la voz, y la colaboración de Roberto Bravo y Francisco Mazuecos miembros de Solid Relax Projet, a los teclados y batería. Brutal. A continuación, saldría a escena Julio Castejón (Asfalto) para interpretar el tema “Melani” y “La Llave Del Sol” una balada intensa y emocionante. Por último, “Irresistible”, y como traca final “Traspasa Mi Piel”, que fue el broche de oro antes de echar el telón a una de las noches más intensas que he podido vivir de estos castellonenses del alma. Existe unanimidad en que son uno de los grupos de rock más grandes que ha dado nuestra escena, y lo mejor de todo, es que esto solo acaba de comenzar, porque esto ya es imparable, y el público quiere más, mucho más. Aun queda mucho por andar, por soñar y por vivir. Inolvidables.
CHEMA GRANADOS