La banda de rock madrileña El Pecado se lanza al ruedo con su primer disco homónimo, frente a una escena copada por cientos de propuestas musicales y bandas que circulan de un lado para otro con un vertiginoso descontrol. Pues bien, con este escenario enfrente, la banda obra a modo de rompehielos para resquebrajar la corteza más densa de esa escena y plantar cara con un álbum rotundo e inapelable, donde hay cabida para un universo de estilos, de maneras musicales y matices que asombran, que te devuelven la esperanza de que nuestro rock aún tiene gusto a buen caldo de cocido, aunado con la frescura imaginativa, la energía creativa y una valentía asombrosa al plantear un disco como este que nos ocupa.
El Pecado está compuesto por músicos con experiencia y peso específico, que provienen de otras bandas como Huracán Paquito o Doctor Distorsión entre otras, y cuyos miembros convergieron en 2018 en esta formación. Por tanto, partimos de la base de que la instrumentación ya es de por sí de categoría. Hay que decir que para mí son completamente desconocidos, hasta ahora en que he tenido la gran suerte de escuchar este disco para encontrar la luz al final del túnel. Comencé a escuchar este disco sin ninguna intencionalidad, sino por esa costumbre que tengo desde hace muchos años como periodista y aficionado de investigar todo lo novedoso que ofrece nuestra cultura. Y tengo que decir que escuché este disco la primera vez del tirón, como me ocurrió en su día por ejemplo con Whisky Caravan. No pude dejar de escuchar estas canciones que dan forma a un proyecto tan innovador. Desde su discográfica Rock Estatal Records les definen como “Rock desde el corazón”. Muy acertada similitud, pero yo añadiría más, rock de los sentidos también, rock de la imaginación, rock del todo por el todo. Expresividad y arreglos que sorprenden magistralmente, y mucha potencia en temas como “Acorralado” donde colabora Carlos Escobedo Söber). Y qué decir de la producción: de órdago a la grande.
Así pues, la propuesta en sí mismo te deja la boca abierta, porque trata de encontrar luz en las tinieblas, color en la oscuridad, y giros donde solo hay elementos planos. Una base rítmica imponente, que sostiene todo, y que hace de cimentación a las melodías cargadas de distorsión, los planos de voz duros pero elásticos, contundencia calculada donde hay espacio para la sensibilidad. “Pánico” es otro exponente de esto, donde la contundencia se puede disfrutar en un medio tiempo que va circuncidándote la mente y las pulsaciones se disparan. Un laberinto de estilos que confluyen magistralmente bajo esta cúpula de cristal donde se alean las armonías con las melodías en un cóctel soberbio, y donde hay espacios de libertad y poderío. Buena muestra de esto son los fraseos rap de Roberto Myzepk y Recluso en “El Narcotraficante” que se funden con la distorsión con naturalidad.
En síntesis, creo que es el mejor álbum que he escuchado en lo que va de año, no ya por su profesionalidad que la hay, sino por su conceptualidad, su forma de dar luz a un proyecto que espero que sea bien entendido por el público, afín de que apoye a esta banda que merece la atención. No son desde luego ningún grupo clon de otra cosa, ni siquiera siguen la estela de otras bandas, son ellos mismos dando todo lo que saben hacer, lo que ellos mismo están dispuestos a ofrecer. Antes que El Pecado me encontré en mi camino profesional como periodista con algunas bandas a las que descubrí y les ofrecí mi apoyo, y a día de hoy algunas de ellas están en lo más alto; espero que mi criterio sirva para que El Pecado comience a ascender como merecen. Un grupazo del que ser verterán ríos de tinta, y espero, que millones de aplausos en las noches de rock & roll.
CHEMA GRANADOS