El año 2020 se ha marchado por la puerta de atrás, dejando tras de sí un reguero de muerte y destrucción que jamás olvidará la humanidad. Una pandemia con un virus infeccioso, que se propaga rápidamente y que ha inoculado a todas las sociedades del planeta. Esto ha producido una paralización de las formas de vida sociales, culturales y económicas, que ha lastrado la convivencia y el normal desarrollo de la vida. Para el mundo de rock ha supuesto un mazazo en la débil infraestructura de la industria, que ha producido un efecto devastador en todo el entramado laboral, empezando por los músicos y seguido de todos los elementos que entran en juego: managers, periodistas, fotógrafos, sonido, iluminación, diseño gráfico, montaje de estructuras etc… Ha sido un año maldito, y lo peor es que no hemos podido trabajar apenas, entre medidas de seguridad brutales para los conciertos, mientras contemplábamos estupefactos como se saltaban la cuarentena otros colectivos mucho más proclives al contagio con medidas de seguridad laxas cuando no inexistentes.
Muchos grupos van a desaparecer, así como muchos locales y salas de concierto. Esta es una realidad apabullante, ante la crudeza de una situación que hace muy difícil poder resistir sin morir en el intento. Aunque el mundo del rock este acostumbrado a las adversidades, a resistir lo peor, humanamente, llega un momento en que las fuerzas no dan para más. Se va 2020 con su rastro de sangre y maledicencia, el puto 2020 que ha lastrado la vida. Ya no volveremos a ser los mismos, y lo peor es que este nuevo año aún no tenemos asegurada la tranquilidad, ni siquiera la sostenibilidad precisa para retomar el trabajo. La curva de contagios sigue ascendiendo sin freno, y los especialistas ya hablan de una tercera ola mucho más virulenta que la actual. La sociedad está perdida, intentando hacer una vida normal dentro de la anormalidad, sin reparo al contagio, y a la propagación, sin conciencia del peligro. En cualquier caso, y pese a todo, los músicos siguen componiendo, el rock sigue sonando gracias a los compañeros de las radios independientes, los podcats y las web’s, y aunque los conciertos sean escasos, seguimos manteniendo el espíritu encendido y en guardia. Está claro que esta pandemia a durar mucho tiempo, y que tendremos que aguantar su azote con fuerza. Pero no dejaremos de mantenernos despiertos y felices de poder disfrutar de nuestra cultura rock.
CHEMA GRANADOS