En ocasiones, te encuentras en tu camino con músicos que no se contentan con la realidad vivida e intentan ir más allá de lo conocido, para internarse en territorios inhóspitos. Se sienten invulnerables porque demencia compositiva les impide ser vulgares. Arriesgan a vida o muerte. Todo para salirse de los cánones establecidos a fin de formular ambiciones divergentes y plantear universos mágicos. Annacrusa, me va ha vuelto el corazón del revés. Escuchar su disco publicado por Rock Izar Records en 2020, ha supuesto para mí una aventura pasional de primera orden. Acostumbrado a moverme en territorios dispares esquivando los estilos, siempre encuentro tesoros en el recóndito ámbito de la globalidad. Annacrusa acaban de crear un estilo nuevo: el suyo propio. Una forma de expresar el rock que va más allá de los limites.
Es una gozada disfrutar de los riffs vertiginosos o melódicos según el tema, de adentrarse en su espacio multicolor y oscuro al tiempo. Estos músicos originarios de Castellón provocan delirios de placer, accesos de mágicos sentimientos. Quizá sea difícil encontrar puntos de conexión con las modas vigentes, por eso su autenticad está destilada y es completamente pura. Doce temas con entidad propia, revestidos con letras inquietantes e intimistas, cuyos versos retuercen la lógica con su poseía devastadora. Temas como “El Murmullo Del Hielo” o “Campo de Batalla” son para enmarcar. “La Ventana” apuesta por la energía vital, con un riff de locura al que la voz se adhiere como una ventosa. Un tempo diabólico y un vuelo a gran altura. A destacar también “Simulación” un tema turbador cargado de intencionalidad. La portada del disco también ofrece muchas de las claves para abrir algunos candados en el interior. Una pasada. En definitiva, un disco intenso y fantástico donde los diversos paisajes que lo componen hacen que la travesía desde el primer al último tema, se convierta en una aventura emocionante.
CHEMA GRANADOS