El pasado viernes, tuve la ocasión de ser testigo de la primera edición del Blast Louder Metalfest, celebrado en la que ya puede ser considerada algo así como La Meca de los espectáculos en directo de la capital Madrileña. En esta edición contábamos con la presencia de cuatro bandas de gran pegada metalera, proporcionando un deleitoso abanico de estilos, en los que el único denominador común era el metal extremo. Pudimos disfrutar de cortes de “deathcore” melódico (si los fundadores del death metal nos perdonan haber acuñado esta extraña conceptualización simbiótica), metalcore al más puro estilo hardcoreta, una esperanzadora dosis de thrash metal de la vieja escuela y, finalmente, ese thrash hardcoreta contemporáneo que tanto degusta en la pródiga hibridación de estilos. Así las cosas, teníamos aseguradas cuatro horas de descargas llenas de adrenalina, dosis de guitarras desenfrenadas, desgarradoras voces y, sin que nadie pueda ignorar, por encima de todo, cuatro inmundas bestias a las baterías, que hicieron de este primer Blast Louder, toda una experiencia marcada por el desgarre, la contundencia y todos los elementos demandados por los que amamos el metal extremo, cualesquiera sea la tendencia y cadencia preferida.
Los primeros en subirse a las tablas, fueron los sepulvedanos Hiranya. Una joven y fresca formación que apenas cuenta con más de un año de vida, donde, para colmo, brillan por su fugaz presencia dos recientes incorporaciones a la formación. Por una parte, las guitarras de Dani Martínez, que compagina sus acordes del más puro estilo power en los ya por todos conocidos Phoenix Rising, con el descubrimiento de las virtudes y satisfacciones que aportan los decibelios y el derroche técnico del metal extremo. La otra adquisición se trataba de Sara, una joven y encantadora vocalista que nos sorprendió con sus variados recursos fonéticos, que, como cómicamente me hizo saber, se debían a “su experimentación en los momentos de ducha”. Variaciones que, al menos para el gusto del que escribe, chocan con la linealidad de la cadencia sonora de los temas, donde, pese a los descarados cortes de voz, la carencia de progresión impide ver el porqué de dichas alternancias. Estos jóvenes vinieron dispuestos a dejar el listón bien alto, comenzando a descargar con una envidiable porte y presencia, los temas que componen un trabajo aún en ciernes. Cortes como “Searching Predator”, “False God” o “War”, sirvieron como sorprendente carta de presentación de una banda que se encuentra enclavada en el panorama más contemporáneo de la línea del death, profiriendo estos extraños híbridos vocales en los que pasan de una visceral voz gutural, a la melodía más melosa y adolescente de las bandas de la tendencia metalcore. Pese a los innegables nervios de Sara, que no paró de reconocer lo tensa que se sentía, ya que se trataba de su primera actuación en directo, sus compañeros, capitaneados por las cuerdas del cañero Johny Wakamole (con la demencial rúbrica plasmada en su explorer), al que también podremos ver tocando con Dawn of Tears, y los ritmos del bajo de Jio, que, más allá del parecido físico con Rob Trujillo, demostró tener recursos técnicos de sobra para encarar la descarga de otros cortes como “Fire”, “Down” o “Crow”. Sin duda, también debemos destacar, como ya había anunciado, la fina labor del baterista David Vrl, el cual, sin abusar del doble pedal, otorgó la potencia necesaria para una banda bien asentada en la línea del death melódico actual, lleno de melodías a contrapúa y brillantes detalles técnicos de alternancia de cortes rítmicos. Con una audiencia más que metida en el bolsillo, demostrando que, pese a su juventud, cuentan con un buen número de seguidores, la descarga finalizaba con “Self Revolution”, versión de los estadounidenses Killswitch Engage, para, finalmente, hacer subir al escenario a Txema Fonz, vocalista de los incomprensiblemente laureados Somas Cure, al cual le debemos el respetable honor de haber venido corriendo desde su actuación en uno de esos repugnantes famosos centros comerciales, para acompañarles en su espectáculo. Sin duda, una banda que sorprendió por su calidad técnica y su saber estar sobre las tablas, dejando el ambiente caldeado y preparado para la siguiente metralla.
Sin embargo, debe ser que el ambiente se caldeó demasiado o bien, que la resistencia al calor de sus seguidores era totalmente proporcional a la actual falta de respeto generalizada por los grupos underground, ya que, en el momento que los zaragozanos Darmage subían a la palestra, un deplorable gran número de seguidores de Hiranya, hicieron las maletas y no se les volvió a ver. No obstante, pese a la decepción y el desencuentro iniciales por semejante situación dantesca, pronto mis emociones tornaron en compasivo compadecimiento, ya que no tenían ni idea de lo que estaban a punto de perderse. Como digo, estos fuera de series maños, que ya de por sí merecieron su atención por el mero hecho de pegarse la paliza en la carretera, vomitaron toneladas de rabiosa calidad animal, practicando un hardcore que se encuadra entre las tendencias del crossover thrash y el metalcore. Con una básica formación de cuatro miembros, las guitarras de Luismi no demandaron el apoyo de ningún compañero rítmico, más que la presencia a las cuatro cuerdas por parte de Fede, los cuales, a pesar de su sobria expresión, demostraron sobradamente, que los matices técnicos, las cadencias progresivas y la alternancia de contundencia, son garantes más que suficientes para poder disfrutar de los temas que componen su demencial trabajo “La Caída De Los Ídolos”, el cual podréis escuchar y descargar -con libreto incluido- en su bandcamp. Con cortes como “La Antítesis”, “Tu Propia Esfinge” y “El Fin Del Eclipse”, dejaban más que claro que venían a dejar bien alta la imagen del metal maño, donde la presencia del carismático Pablo colmaba la atención de los pocos acólitos que permanecimos deleitándonos con unos temas llenos de rabia, una voz desgarradísima y abusiva -y una buena colección de esputos que nutrieron la madera de las tablas de la sala-, como tan abusiva y llena de matices progresivos era la batería del joven Dani. Sin duda, el compromiso político de la banda se dejaba percibir en la ironía de los comentarios de Pablo, pero también en los títulos y contenidos líricos de esta ejemplar banda. Así, se sucedieron temas como “Enemigos De La Reflexión”, “El Templo” y “El Arquitecto”, cortes llenos de cromatismos que nos trasladaban al thrash y death melódico, llenos de matices técnicos y ambientales y un acojonante abuso del doble pedal y el blast beat. Pero, además del compromiso político, al que escribe se le caían los calzones al suelo cuando percibía los matices filosóficos de sus letras, que se hicieron más que palpables con temas como “Hacerles Comprender” -donde las reminiscencias a la nietzscheana “caída de los ídolos” hacían que mis labios derramasen litros de babas-, “El Huésped” y la final “La Serpiente Dialéctica”, corte éste perteneciente a su demo “Cuando El Sol Reviente”, también disponible en su página. Una pena que tanta gente se perdiese una de las mejores descargas de la noche y una de las mejores bandas de las que he tenido el honor de disfrutar en directo.
Llegaba el turno de volver atrás en el tiempo -a la par que a volver a repletar la sala de seguidores circunstanciales-, para retrotraernos hacia las inmejorables olas del thrash de vieja escuela con los azudenses Stillnes, una excelente banda con una década a sus espaldas, pero que, debido a las últimas incorporaciones de las virtuosa guitarra de Jesús San José y la imponente presencia y contundencia vocal del bajista/vocalista Quique Moreno, podemos asegurar que atraviesan por su mejor momento. Venían a presentarnos algo más que sus más recientes integrantes, dado que también traían bajo el brazo los temas de su completo y deleitoso “Sin Destino”, cuyas piezas no tardaron en hacerse notar con perlas como la homónima “Sin Destino”, “Obsesivo” y “Entre Ruinas”, temas con los que dejaban clara su esencia clásica, llena de grandes contrastes de guitarras, unas baterías de Bastián Rozas repletas de matices y progresión en sus recursos rítmicos y, una vez solventados los primeros problemas técnicos, una madurez llevada a las tablas que nos permitió volvernos locos con los constantes cambios de posición de sus guitarras, ya que, lo mismo teníamos a Jesús marcándose un solo bajo los focos, como que Víctor Márquez hacía lo propio al mismo tiempo que capitaneaba esos coros tan ochenteros. Pero no era todo rabia y velocidad descontrolada, pues la flamenca intro de “Divino Infierno”, dejaba entrever no sólo recursos técnicos, sino una complejidad compositiva digna de apreciación. Continuaban con dos piezas de su anterior álbum, “Prisión del Miedo”, “Condenado A La Locura” y “Eyaculación Precoz”, uno de esos lacónicos temas que demuestran que el metal no está reñido con el humor. Proseguían con las descargas de su reciente redondo con “Guerra Pacífica” y “Esperanza”, un corte instrumental que dejaba percibir sus detalles técnicos, sobre todo en los breaks de la batería de Bastián. Tras un animador diálogo con el público, continuaron con otro de sus anteriores temas, “Mátalos A Todos”, para dar paso a la versión de los madrileños Obús, aportando cientos de decibelios y beats de velocidad a la mítica “Pesadilla Nuclear”, donde Jesús nos recordó la sabiduría de Homer Simpson, detallando y aclarando que debidamente se dice “nucelar” y no nuclear. Se despedían con “Veneno Y Gas”, donde los numerosos pogos y la enérgica entrega del público, habían dejado una huella de desolación tras el paso de estos jóvenes pero ametralladores thrashers.
Y, finalmente, tocaba el turno de los cabezas de cartel, los más que conocidos We All Fall, la madrileña formación de la cual había estado luciendo el cartel de su último trabajo, “Miasmatic” a modo de telón de fondo, el cual puede escucharse y adquirirse físicamente en su rincón de cdbaby, y del cual se tocaron de la primera a la última pieza. Es una de las ecléctica bandas, que mezcla matices de las clásicas herramientas del thrash y death melódico -sobre todo en lo referente al shredding guitarrero y los contrastes hasta el blast beat de su mastodóntico baterista-, con elementos vocales contemporáneos y matices de estructuras más lejanas al metal, como puedan ser ambientaciones más propiamente rockeras; pero que, pese a la complejidad que implica llevar estas estructuras al escenario, tienen el privilegio de poder asegurar una descarga directa llena de contundencia y profesionalidad. Junto con la tímida serenidad de sus guitarristas, Iván Cheka y el temporal sustituto de su otro guitarrista titular, dada su reciente paternidad, Alberto Ortega, al que podemos seguir en su proyecto Efrit, contrastaban con la demencial puesta en escena del bajista Natxo E. Rodríguez, al que el circense mediático de Flea no tiene nada que envidiare. Así, cortes de gran pegada melódica se sucedían con el homónimo “Miasmatic”, “No Name” y “Descent”. La cambiante voz de Víctor Prieto, a caballo entre la melosa melodía y la contundencia más clásica, completaban esa cadencia progresiva hacia estadios “chandaleros”, donde las influencias de las más actuales líneas descafeinadas del metal estadounidense y el recurso de lanzamientos de samplers en cortes como “Into The Grey”, “Paradise” y “Captive Of Fear” -cortes éstos de su anterior LP, “Paradise Paradox”-, chocaban con la megalómana técnica del brutal dueño de las baquetas, Rodrigo De Lucas. Proseguían en sus recursos tecnológicos con usos de delay en la voz en “Riding The Snake”, para pasar a otro de esos cortes donde el baterista nos dejó sin habla, haciendo uso de todos los platos -incluidos un juego de pares de splashes- con “The Shepherd. Los cromatismos melódicos se dejaron disfrutar en “Urge” y “Lies You Sell”, para pasar a celebrar la versión de la noche, una más que lograda adaptación del clásico “Children Of The Grave” de los legendarios Black Sabbath. Tras el parón debido a la destrucción del parche de la caja de Rodrigo, subió a la palestra la sorprendente soprano Mónica Luz Álvarez, dejando al respetable con la boca abierta dadas sus hipnóticas y épicas virtudes vocales. Tras su apoyo en la introducción de “Inflexecuence”, descargaron sus temas finales, “Deadman Walking” y “Mothernight”, pero, como no podía ser de otra manera, se despidieron de nosotros con un bis a modo de versión, esta vez acompañados por el apoyo vocal del encargado de haber estado grabando en vídeo todo el concierto, con el cual sonaron los inconfundibles acordes del “Davidian” de Machine Head. Todo un apoteósico broche final que desató la adrenalina del público. Sin embargo, toda una pena, también, no haber disfrutado de cortes pertenecientes a sus EPs, “A Tunnel To The Mind” y, por encima de todo, el genial trabajo lleno de esencia death, “We All Fall”.
En resumen, una cuádrupla de horas dedicadas al metal extremo nacional, bañadas por matices bien diversos y sabores para todos los gustos, pero que, como no puedo dejar de reseñar, dejaron vislumbrar claramente dos de los mayores lastres con los que pesa el panorama underground nacional. Uno, la falta de apoyo capital para poder llevar a cabo estos deleitosos festivales sin que las bandas tengan que dejarse un dineral en el alquiler de las magnánimas salas y, segundo y más importante, la falta de compromiso de gran parte del público que, pese a lo asequible de la entrada, apoyaron circunstancial y momentáneamente tan solo a sus bandas amigas. No obstante, pese a la evidente presión del momento de crisis económica, nadie puede negar, ni tan siquiera en endiosado y sobrentendido Leo Jiménez, que las propuestas de las bandas nacionales extremas, estén de más ni carezcan de calidad.
TEXTO Y REPORTAJE FOTOGRÁFICO: DANI ÁLAMO.