Los chicos de la sala Ego Live no dejan de sorprendernos. Cada año, cuando el calendario de agosto va agotando sus sofocantes días, todos los alcalaínos nos movemos entre la decepción sempiterna tras imaginar otra catastrófica semana de fiestas patronales y la inevitable esperanza de que algo cambie al siguiente año. Pues bien, deseos cumplidos, ya que, a un día de comenzar las fiestas complutenses, los alcalaínos tuvimos la suerte de contar con la presencia de Susan Santos, la joven extremeña que, pese a su edad, trae tras de sí como garante, todo un envidiable curriculum que le ha hecho tocar con numerosas figuras de renombre dentro del mundo del blues y ese rock primigenio de fuertes raíces estadounidenses, que, pese a todos los cambios modales y todas las tendencias emergentes, siempre satisface los deseos de todo aquel que disfrute con las actuaciones en directo de músicos de altura, entregados, eficaces y deleitosos, aunque sólo fuese por ver sus
caras de placer al regalarnos sus descargas. Esta vez, su cohorte no era otra que los fijos y fieles escuderos con que ha dado a luz su tercer trabajo, “Electric Love” del pasado 2014. No son otros que Manuel Bagüés, todo un hacha a las cuatro cuerdas al que podemos, también, verle acompañando a Revolver, Marlango o Red House; y capitaneando las cajas rítmicas, al potente Ezequiel Navas, que, pese a su formación en el mundo del jazz y las big bands, su contundente pegada le provocaba a uno el inevitable deseo de verle acompañando ritmos metaleros y alimentarlos con sus grandes recursos rítmicos. Nos encontrábamos frente a un tímido público que poco a poco iba llenando la sala y que, todo sea dicho, costó dejar de oír esas molestas voces de quienes parecen haber ido a un concierto más bien por satisfacer un deseo hipsteriano de sentirse culturetas que por el respeto merecido ante semejantes ases. Susan, bien centrada en demostrar por qué es una de las mejores referencias del blues patrio, desplegó un nutrido y variado repertorio, en el que repasó varios temas de sus previos trabajos, “Take Me Home” y “Shuffle Woman” de 2010 y 2011 respectivamente, junto con la gran mayoría de temas de su ya mentado “amor eléctrico”. Sin más preámbulos, comenzaron a interpretar los buenos bluses de su último álbum, “It’s All About You” y “Ice On Fire” nos dejaron comprobar las habilidades guitarrísticas de Susan, sobre todo en el punteo del primero, así como de las dulces armonías vocales que ayudan aún más a su destacada caracterización. Con “Love Me, Kill Me” se animaba el repertorio, un corte de toques soul que animaba al baile de un buen número de espectadores. Con “Tumbleweed”, de su segundo disco, llegaba el momento de darle un descanso a su Fender Strato y agarrar su brillante dobro, generando un mágico equilibrio estético, donde el rojo de las luces, su elegante vestido y el bello dobro, invitaban al espectador a sentirse en un dulce infierno acompañados por el sinuoso bailoteo de las notas destiladas con su slide. Así, siendo este recurso el protagonista, se sucedieron cortes como “Devil’s Waltz” y “Straight To The Bone”, éste último de especial y animadísimo regusto a rockabilly. Una vez volviera a enfundar su Stratocaster, llegaba el momento de disfrutar de cortes más
progresivos, donde, con la salvedad de la contundencia de la pegada de Ezequiel, Susan y Manuel ejecutaban un delicioso juego de intensidades para interpretar “Long John Blues” y “May This Be Love”. Tras ellos, la línea y el espíritu clásico iban a reforzarse con dos de los temas más clásicos del mundo del blues que uno pueda imaginar, que también serviría para comprobar cómo sería la voz de esta tímida mujer, que nos presentaba la ácida alegría del “Sleepwalk” de Santo & Johhny se sumaba a los frenéticos riffs del inconfundible “Sugarfoot” de Hank Garland. “Somebody Like You”, retomando los cortes del “Electric Love”, nos traía el toque de funky que haría las delicias del bajo de Manuel. “Black Sunglasses” se marcará en nuestra memoria gracias a su pegadizo estribillo y con “Off My Skull” y “Big Shinny Car” retomábamos los cortes más recientes donde Susan no dejaría de sacarle todo el jugo a sus seis cuerdas. Tras el retorno al funky de “Are You Ready”, de su primer redondo, me asaltaba la nostalgia a los AC/DC y el rock de carretera y, así de simple, como si los astros me hubiesen escuchado, descargaba el tema homónimo de su último disco, un “Electric Love” que, sin duda, está cargado de matices bien diversos y que, para colmo, sirvió para que la banda descendiese de las tablas y los tres exprimiesen sus instrumentos -y el ingenio de Ezequiel, baqueteando hasta el último rincón de las pantallas de sonido o las paredes- rodeados de un público más que encantado y enganchado. Y, para despedirse, otro corte de especial placer para los bateristas, “Love Tatoo”, con grandes matices del más clásico rock’n’roll con el que despedir una excelente y deleitosa noche de blues y rock de la vieja escuela.
REPORTAJE GRÁFICO Y TEXTO: DANI ÁLAMO.
Así las cosas y tras más de una hora y media que se pasó volando, estos maravillosos músicos habían conseguido algo que muchos alcalaínos deseamos cada año: olvidarnos de cómo los políticos no saben organizar eventos culturales de calidad -que no de cantidad, que se lo digan a sus bolsillos- y sentirnos, una vez más, orgullosos de compartir una velada maravillosa en nuestra querida ciudad y, cada vez más, nuestra mejor sala de conciertos.
REPORTAJE GRÁFICO Y TEXTO: DANI ÁLAMO.