Hoy se cumplen 72 años del nacimiento de Miguel Ríos, el artista, el rockero granadino que revolucionó el mundo de la música en España, y que se convirtió, por derecho propio, en el adalid del rock. El muchacho que trabajara de dependiente en una tienda discos, muy pronto descubriría que la bacteria de la música crecía en su interior. Un germen que le produjo un especial placer, y por el cual, se dejó inocular. Nació en el Barrio de la Cartuja, en Granada, y en esta ciudad mágica y de sangre árabe, fue donde comenzaría una historia que a día de hoy, aún no ha echado el telón. Debutó en Radio Granada, presentándose al concurso Cenicienta 60. Interpretó el tema «You Are My Destiny», de Paul Anka, y ganó el certamen. Luego, se marchó a Madrid de la mano de un cazatalentos. Tras una etapa de vicisitudes y alguna penuria, graba su primer disco. Fue en 1.962, con diecisiete años. Polygran creyó en él y le grabó un EP con cuatro canciones por el que percibió la cantidad de 3.000 pesetas. Entonces, se hacía llamar Mike Ríos, y la prensa pronto le bautizó con el apelativo del rey del twits. En 1.969, su versión del “Himno de la Alegría”, una adaptación del cuarto movimiento de la IX sinfonía de Beethoven, dirigida por Waldo de los Ríos, supondría su primer gran éxito a nivel internacional, llegando a ser número uno en las lista de éxitos de países con Usa, Belgica, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón, Suecia, Italia, Austria, Holanda, Canadá. Con el paso de los años, vendrían los discos más rockeros, las giras multitudinarias, su experiencia como empresario, productor, presentador de programas en televisión, una carrera jalonada de éxitos, algunos fracasos, y muchos recuerdos imborrables.
Para aquellos que hemos sido fieles a su estilo y a su carisma, su figura representa, no solo un referente musical, sino un icono cultural. Su semblanza, nos ha hecho encontrar muchos puntos de encuentro con el arte del rock, con esa manera suya tan propia de cantar, de expresar los sentimientos más puros, y los más complicados también. El show de Rock & Ríos, en el Pabellón de Deportes del Real Madrid, supuso la entrada del rock en este país por la puerta grande. Atrás quedaban los tiempos de una dictadura represiva, el adocenamiento cultural, la estrechez de miras, y la ignorancia cerril. Su música contribuyó a garantizar la libertad de sentimiento, la fuerza precisa para afrontar la vida con un espíritu, que solo él nos supo poner entre los dedos. La fuerza del rock & roll, la energía de sus argumentos. Yo me hice cantante por su culpa, porque él me enseño el camino a través de sus canciones. Unas canciones que cantaban, que memorizaba, que sentía, y que hacia mías, como sui fueran pequeños tesoros. Siempre le seguí de cerca. Hasta estudié canto en la misma academia que él, con el mismo profesor, el maestro Agüero del Risco, un cubano que me habló maravillas de él, y que solo hizo acrecentar mi admiración por él. Hace tres años lo vi frente a mí. Fue en la presentación del libro de Leño. Un estremecimiento extrañó anidó en mi interior. Luego, una foto juntos, pero apenas me miró. Para mí, fue la vida. Creo que su influencia en el mundo musical español, fue decisiva, y su aportación, tan generosa como genial. Seguro que existirán los detractores. Seguro que a muchos les parecerá un cantante más. Para los que hemos amado todo ese mundo cosmológico, toda esa maraña de buenas canciones, su legado será infinito. Ha sido y será la luz. La eternidad del rock llevará su nombre, un nombre que jamás se apagará. Setenta y dos años de luz y rock & roll, que llevaremos tatuados en el corazón.
CHEMA GRANADOS
FOTOGRAFÍA: FANART TV