El Dorado presentó en la Sala Caracol de Madrid su nuevo trabajo discográfico “Mundo Aéreo”, quizá el mejor de sus discos publicados hasta la fecha. Un disco donde la madurez y la estabilidad, han obrado para que el producto final se traduzca en un verdadero fenómeno musical. Bien es sabido que El Dorado siempre ha apostado por la conversión de los sonidos de los 70-80, hasta encontrar un sonido, que sin menospreciar la vieja esencia, ofrezca como resultado una resonancia contemporánea. Este último disco ha sido grabado en directo, con ayuda del mecenazgo de su gente, y con toda la energía irrefrenable que la banda es capaz de desarrollar. La noche iba a comenzar con un banda llamada Dude. Dude es la banda de Tony DeNardo, integrante de The Muggs. Se trata de un proyecto especialmente dedicado a homenajear la música de los 60 y 70, en la vena de bandas como Beatles, Beach Boys, Big Star, Neil Young y Paul Simón. Ofrecieron un set list de rock setentero muy bien elaborado, dejándonos la muestra de lo que pueden dar de sí. A pesar de la que la sala estaba aún poco concurrida, poco a poco, lograron ir captando la atención del respetable con sus riffs melódicos y el piano acústico de DeNardo echando humo. Una banda muy interesante, que ejercieron de maestro de ceremonias de lo que sobrevendría más tarde. Fue cuando los componentes de El Dorado comparecieron sobre el escenario, entre el claroscuro y el humo envolvente dominando el espacio. Los acordes de “Espacio Tiempo”, el tema que abre su nuevo disco, abrían el fuego graneado de los riffs. La euforia creció en el nutrido público que llenaba la sala. Y a partir de aquí, comenzó una descarga de hard rock autentico, con subidas y bajadas, despliegue de sentimientos, y un desarrollo vertiginoso. Siguieron con “Reactor” de su disco “Paranormal Radio”, y luego, “Antes De Juzgarme”, “Flores En Llamas”, de su nuevo disco, “La Flor De La Envidia” de “Karma Generator”, “Looking”, “Madre Agua”, “Todo Es Uno”, y así hasta completar un set list en el que no faltó “Mundo Aéreo”, el tema que da título al disco. Toda una lección de maestría interpretativa, energía y buen karma. Rock esencial, brutal, que emociona, y que apuesta por encontrar la forma directa de transmitir. Evocan recuerdos de las grandes bandas que llevamos en el corazón, nos parecen tan reales, tan íntimos, que tengo la tendencia a creer que son una especie de semidioses del rock, que nos procuran energías, que nos muestran la veracidad de su arte, en un lugar llamado España donde se ningunea el talento. Quizá en Los Ángeles, en Detroit o Nueva York, estarían considerados y serían respetados como merecen. Aquí, en esta tierra sombría, solo tienen la energía de los que les admiramos. No sé si será suficiente, en cualquier caso, el concierto de la Sala Caracol me dejó un gran recuerdo mental y emocional residual, y esto en sí mismo, es de un valor de primer orden. A mí alrededor, solo pude contemplar caras de felicidad. A veces, para un músico de rock, esto es más que suficiente. Les queda mucha gira por delante, y seguro, que no defraudarán allá donde vayan.
CHEMA GRANADOS