Dicen que no hay dos sin tres, pero tampoco hay tres sin cuatro. Y así, sin complejo alguno y con el agradecido cariño que le han cogido estos tres surrealistas trovadores del punk rock, se presentaron por cuarto año consecutivo estos inmejorables Mamá Ladilla a la sala Ego Live de Alcalá de Henares. Cuarto año consecutivo que demostraba, con creces, que la banda está lejos de considerarse un gastado recurso de viejas glorias como puede ocurrirle a tantos grandes de la historia de nuestro rock que llevan más de veinte años sobre las carreteras. La introducción de Sergio González al bajo, que desde el primer día ha demostrado con garantías ser un fuera de serie, siempre imparable y aportando esos coros graves que a menudo le entran a uno ganas de ficharle para tu banda de death metal, junto con la última adquisición para rematar el trío, Abel del Fresno, ese incansable e hipergesticulante baterista que, en su tercera aparición por la nave Egonauta, traía, además de cambio de look, la cálida alegría bajo el brazo de haber sido padre recientemente; son garantías de sobra para reafirmar la perdurabilidad de una de las bandas con más personalidad y éxito omnipresente del momento. La noche no prometía grandes hazañas. Cuatro años seguidos en una misma ciudad, una noche aciaga, con esa incómoda lluvia y esas tiritantes fechas de fin de mes, que no auguran demasiada alegría económica en una población cada vez más castigada por estos infames hijos de mil padres que se enorgullecen en repetir mandato, podían ser sobrados alicientes para hacer que decayese el general recibimiento masivo que siempre ha tenido esta banda por nuestras tierras iplacenses. Sin embargo, frente a todo pronóstico negativo, el aforo de las ciento cincuenta personas que abarca la sala Ego, prácticamente se cumplió con creces, pues, además de aquellos que no nos hemos perdido ninguno de los cuatro inolvidables conciertos que nos han ofrecido, siempre encontramos caras nuevas, tanto de la ciudad como de fuera de nuestras modestas fronteras. Y fieles a la ley no escrita entre los amantes de los conciertos de nuestra ciudad, y, cómo no, en honor a nuestro ilustre presidente, el espectáculo comenzaba con media hora de retraso, ante una expectante audición que empezaba a pegarse educadamente por ocupar los primeros espacios junto al escenario. Sin más preámbulos, sin intros ni mayores misterios, comenzaban a descargar sus tres primeros latigazos, casi ininterrumpidamente, así, caían sobre la sala los acordes de “Cosas que Joden”, “Janfri Güein” y “Acoso Sexual”, demostrando claramente que iban a desplegar toda la vasta y extensa ristra de temas de su amplio repertorio de discos, sin centrarse tanto en presentar los temas de su último Coprofonía, como pudo ocurrir el año pasado. Pareciera que el retraso hubiese hecho mella en la voz del ilustre Juan Abarca, al cual le costó entonar debidamente la voz en los primeros cortes, aunque, todo sea dicho, también nos ofreció la ocasión de ver cómo él mismo experimenta con el modo de interpretar en directo sus legendarios cortes con ciertas variaciones, que ayudan a que todos nos sintamos menos anclados a una representación sempiterna y mecánica de los más laureados temas. La audiencia, sin embargo, buenamente pasaba por alto estos detalles de arranque, pues desde los primeros segundos, se entregaron como cabras montesas a punto de recibir su más deseoso alimento, brincando y coreando cada tema, incluso los más recientes, como “Jamón Beibe”, para el cual, el demente Abel se engalanó con su máscara de cerdo para llevar los ritmos de esta pieza. “Padezco Rock”, “La Paja” o la demencial “Difamando en el Mercado”, permitían un pequeño descanso entre el público, mientras Juan intervenía con cada corte para hacer los eternos chascarrillos críticos que le caracterizan. “Pablito Clavó un Clavito”, “Obcequeitor”, “Naces, Creces, te Jodes y Mueres” y otra de las más recientes, “Todo a Sien” dejaban a más de uno de los asistentes por los suelos, entre los tropiezos y choques inevitables entre tanta algarabía. Tanto fue así, que dio la impresión de que dicho jaleo se subió al escenario, no ya sólo por los constantes levantamientos de Abel sobre su taburete, que pareciera quemarle las almorranas, sino que el micrófono de los coros de Sergio cobró vida y se propuso joderle la noche a toda costa. Menos mal que por ahí estaba la avispada mirada de Dani Supery, bajista de Vagos Permanentes, que a modo de técnico de sala, se subió como una bala al escenario a echar un cable al bajista (debe ser que entre gremios hay más empatía). Superados los problemas con su micro, Sergio no paraba de menear su cabeza mientras sonaban las notas de “Sancho Panza del Rock”, la sublime “Blandurrias” -que siempre es un auténtico placer escucharla en directo- y otra de las recientes, “Molto Obligado”. Llegaba otro de los momentos de mayor locura entre el respetable al sonar ese irrisorio e hiper coreado “Surfin Papa”, para dar paso a otra de sus canciones recientes más cachondas, esas “Locas” que significaba uno de los mejores momentos para que Sergio demostrase sus grandes virtudes técnicas y, de paso, dejar claro que una botella de agua puede servir a la perfección para ejecutar sus slaps. Llegaban varios de los clásicos favoritos del público, como “Mi Nave Mix”, “Aparta Papá” y “Pobre Principito”, que nos permitió a todos tomar aliento antes de volver a otra de las más ilustres demencias líricas jamás escritas, ese “Cunnilingus Post Mortem” al que siempre nos cuesta no confundir las estrofas y redimirnos como locos en el estribillo. Con “Primavera” y “Sucedió en Beckelar” parecían ser las últimas descargas de la noche, pero, tras un merecido descanso del sarcástico trío, volvían sobre las tablas para interpretar las últimas piezas. “Hijo Puta” comenzaba la triada de despedida, no sin antes dejarnos la sorpresa de la noche. Si ya nos habían sorprendido escuchando los acordes intercalados de temas tan sorprendentes como el “Raining Blood” de los super metaleros Slayer, que parece que han dejado del metal por el indie y este año podremos verles sobre el escenario del Primavera Sound Fest junto con Gojira o Converge; así como el “Killing in the Name” de los R.A.T.M., aún tenían bajo la chistera otra sorpresa inolvidable. Subía a las tablas Aurora, una de nuestras más activas oboístas de la ciudad -a la cual podemos ver en sus diversas formaciones, Quinteto Son-Art, Edi el Amable, donde toca y canta y el proyecto en ciernes Hollywood Band– engalanada con su sombrero de capitana de marina y toda la fiesta y la alegría que podría llevar encima quien celebra su despedida de soltera subiéndose a las tablas de una de sus bandas favoritas. Así que, ni corta ni perezosa, se marcó el “Chanquete ha Muerto”, permitiendo, además, que dado el jolgorio padre del momento, el ya mentado Dani, aprovechase para subir al escenario y lanzarse al público. Lamentablemente, tras tantos buenos minutos de inmejorable ambiente, se despedían de nosotros con su “Ataca”, intercalado con un curioso medley en el que se coló el “Fundamentalistas”. Un fin de fiesta inmejorable para una velada que auguraba frialdad y poco ambiente, pero que acabó por hacernos sudar como peperos, digo, como cerdos, y disfrutar como niños. ¡Esperamos y deseamos que también haya una quinta!
TEXTO Y REPORTAJE GRÁFICO: DANI ÁLAMO.