NO OS VAYAIS NUNCA
Para cualquier ser humano evocar recuerdos puede resultar una experiencia gratificante. Y sobre todo cuando esos recuerdos tienen mucho que ver con vivencias esenciales que les hicieron felices y marcaron una época importante en sus vidas. Las canciones de Topo formaron parte de la banda sonora de toda una generación entregada al delirio de la conquista de las libertades. Canciones que hablaban de lo que ocurría en nuestros barrios, en las calles diezmadas por el intervencionismo del estado, seres humanos sedientos de argumentos con los que comenzar una nueva vida. Nos devolvieron la ilusión, las ideas revolucionarias, y nos hicieron la transición democrática mucho más digerible. Topo supieron subsistir al olvido, al requiebro de las modas, al aislamiento del rock en una sociedad en continua transformación cultural. Por ello, esas canciones se quedaran clavadas en nuestra alma, y por ello, cada vez que las escuchas sientes que son tuyas, que forman parte de tu historia personal y de tu propia vida. De alguna manera, son inmortales y atemporales, sirven para recobrar la cordura emocional, son un analgésico gratificante para soportar el dolor de subsistir, para mantener los pies sobre la tierra, para hacernos mucho más libres, y sobre todo, mucho más felices. Por eso, ver a una banda como Topo se convierte siempre en una celebración de primer orden, en un gozo incontenible que alienta lo mejor de nosotros mismo. El pasado 15 de Diciembre Topo cerraba su gira en la Sala Live de Madrid, y lo hicieron evocando aquellos recuerdos incombustibles, con un repertorio muy inteligentemente hilado que nos transportó a los confines de la memoria colectiva de toda un época. Un repertorio compuesto por lo más granado de su producción y con sorpresas al final del show, recuperando viejos temas que no tocaban hace mucho tiempo. Lo que sí quedó meridanamente confirmado es el magnífico estado de forma del combo. Tocan muy bien. Saben expresar muy bien, conectar, transmitir, anudarse al público, y sentir con vivacidad cada nota. El público les quiere, y este hecho insólito se convierte en el detonante de un explosivo estado de gracia colectivo. Arrancaron el concierto con “Los Chicos Están Mal” uno de esos temas del alma con el que encendieron la mecha de la intensidad. Y a reglón seguido, más intensidad si cabe con “Marea Negra”, “Cantante Urbano” y “Guerra Fría”. Con estos temas ya calentaron el ambiente sobremanera, y ya con el público entregado y delirante, continuaron con “El Blues Del Dandy”, “Ser Urbano”, “La Calle Del Ritmo”, “Ciudad De Músicos” y “Vallecas 1996”. Portentoso. Ni que decir tiene que a esas alturas, la sala se transformó en un hervidero de emociones impulsadas por el talento de Luis Cruz a la guitarra, José Luis Sánchez “Almodóvar” batería y José Luis Jiménez al bajo consolidando la base rítmica, y Lele Laina a la guitarra. Mucha energía en estado puro, y la sensación de vivir una noche perdurable, como tantas otras, a pesar del paso del tiempo, que no ha sido capaz de socavar la esencia de esta banda sin la cual no podría comprenderse la historia del rock de este país. Seguidamente más madera con temas como “Colores”, “Rocinante”, “Tráeme Tu Amor” versión intima de Sam Cooke “Radio 10”, “Todos A Bordo” y “Días De Escuela”, tema esencial con el que abandonaron el entarimado brevemente para retornar ante el clamor general para regalarnos los bises más maravillosos posibles, con temas como “Emigrante” o “Inesperadamente” tema de su disco “Prêt À Porter” del año 1980 en formato acústico. Y como colofón “Después Del Concierto” y la sempiterna “Días De Escuela” con la colaboración de Miguel Oñate, que a modo de espontáneo se subió al escenario para acompañar a la banda. Noche mítica para no olvidar. Queremos a Topo siempre ahí, en la primera línea, que es donde merecen estar, que nunca se vayan, que permanezcan erguidos al paso de los años, a pesar de los escollos que hay que esquivar, a las zancadillas y al el peso del bussines del rock que tanto daño a hecho a esta cultura. Para muchos de nosotros, son algo íntimo y personal, a lo que no estamos dispuestos a renunciar.
CHEMA GRANADOS