Estamos atravesando una de las pandemias más graves de la historia moderna de la humanidad, que está sembrando gran incertidumbre y desolación. Todas las estructuras de la “normalidad” cotidiana se han derrumbado para dejarnos ante una realidad completamente transformada de lo que eran nuestras vidas anteriores. Nadie sabe a ciencia cierta qué futuro nos espera cuando remita la pandemia. Y las incógnitas, miles de ellas desperdigadas, nos hacen discurrir y prever lo que vendrá con mayor o menor aplomo.
La industria musical está herida de muerte. A la precariedad habitual se suma el paro obligatorio por cuarentena, con miles de conciertos cancelados, y con toda la actividad parada. Esto supone el desastre para miles de familias que se nutren económicamente del sector, desde los artistas que han tenido que cancelar sus giras, pasando por todo el personal laboral que se mueve en torno de ellos, como managers, oficinas de prensa, discográficas, fábricas de CD, estudios de grabación, montadores, técnicos de sonido, encargados de salas, camareros, seguridad, locales de ensayo, periodistas, fotógrafos… en fin, la debacle.
El rock aún está más expuesto ya que la precariedad es mucho más hiriente en nuestro sector que en otros. Hay poco trabajo, y muchos músicos viven de los bolos de los fines de semana exclusivamente, aunque lo compartan con otros trabajos. Con las salas cerradas, los festivales en dique seco, y los bolos aplazados o cancelados, solo nos queda internet para tener contacto con el público. Suerte han tenido aquellas bandas que han acabado sus giras, sobre todo las grandes bandas.
Aventurarse a ofrecer una estimación de cuando se materializará el regreso de la normalidad es imposible. Ni los propios especialistas en enfermedades infecciosas son capaces de predecir este dato. De momento, se conoce los justo sobre el virus, y no hay tratamiento efectivo ni vacuna para paliar sus efectos, por tanto, difícilmente se puede predecir lo que vendrá con una enfermedad que se propaga por contagio una velocidad alarmante. Algunos estudios realizados en Europa y USA apuntan a que los conciertos podrían volver a realizarse en el otoño de 2021. Pero lo que está claro es que todo son elucubraciones.
Por tanto, al rock le espera un panorama duro. Creo que seremos capaces de superarlo, ya que estamos acostumbrados a luchar en campos de batalla adversos durante décadas, sin ayudas ni subvenciones, sin publicidad estatal oficial. Seremos capaces de aunar coraje e ilusión para forjar un nuevo escenario. Quizá muchas salas tengan que cerrar, muchas bandas puede que desaparezcan, y haya una convulsión importante, pero nuestro carácter y nuestro espíritu son combativos y seguiremos dándolo todo. En mi opinión, tras la cuarentena, es de vital importancia la unidad de todos los que protagonizan la escena, una unidad de acción y de apoyo mutuo entre todos, de remar todos hacia el mismo sitio. Quizá un gran acuerdo entre todas las partes implicadas, la creación de un sindicato fuerte que gestione la unidad de acción. Si cada uno y cada cual va por libre, creo que será mucho peor. En cualquier caso, esta es solo una humilde opinión, y no soy quien para predecir acontecimientos futuros que sin duda pueden ser muy cambiantes e inhóspitos. Apuesto por que la gente del rock es gente de raza, luchadora, y que las guitarras no se callarán a pesar de las adversidades. Siempre hay futuro sin no dejamos de luchar. Como dijo Eleanor Roosevelt. “…El futuro pertenece a quiénes creen en la belleza de sus sueños…”
CHEMA GRANADOS