Decía el poeta chileno Pablo Neruda que «Hay un cierto placer en la locura, que solo el loco conoce». Carlos Álvarez reconoce a «su locura» como una seña de identidad eterna que lo acompaña en cada canción, en cada acorde. Una señal luminosa y latente que marca su camino, que guía su mano y su corazón, cuando ensambla una a una las notas como un artesano de la lírica musical. Solo la buena locura, la locura lúcida, o el placer de la trasmutación de sentimientos, pueden motivar a un genio a intensificar sus capacidades creativas como para componer un disco como el que nos presenta esta artista y compositor, y que, para su segunda entrega ha tenido a bien titularlo “Bing Bang”, y yo quiero entender que esta teoría física aplicada a su música como forma de expresión, es, en realidad, una explosión fulgurante de matices musicales, colorido y creatividad.
La genialidad de su «locura», —con los pies muy lejos del suelo—, y que él bien reconoce, cosiste en enfrentarse a las melodías y los acordes con los ajustes más vitamínicos que pueden articularse en una estrofa; con las notas más enfrentadas que se tornan inseparables; con la grandilocuencia de los tempos y la vivacidad que se desprende de cada una de estas canciones, los coros majestuosos. Hay energía y contundencia, reflexión, pero igualmente, el deseo innegable de abrazar una sensibilidad compleja que evoca a los grandes artífices de la creación, aquellos que desde su locura soñaban que aun podrían trenzar la melodía más bella jamás escrita.
Carlos sabe que su locura le hace libre, y que en sus canciones hay un registro imperecedero de sí mismo; del reflejo trémulo que hay en el espejo de su alma; del esfuerzo innegable que supone publicar un disco con canciones tan originales, tan intensas, en un mundo depravado culturalmente. Pero la locura, su «locura», no tiene miedo a turbulencias, ni a desvaríos. Es invencible. Por eso, estas nueve canciones sustentadas sobre la base del rock más vivaz, son música en mayúsculas que traspasa las fronteras de los protocolos; es música para seres esperanzados, aferrados a la creencia de que la belleza existe, de que un nuevo universo es posible, para alardear, sin ambages, del brillo de su mensaje; el mensaje de la locura, de la divina inspiración, que emana directamente del meollo de su propia inspiración. Una «locura», muy valiente, Carlos. Gracias por hacer mejor nuestras vidas con la impronta de tus canciones.
CHEMA GRANADOS