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JAVIER MIRA & NACHO ORTIZ. «EL PESO DEL MUNDO. AUTOEDITADO

Trataré de escribir esta review procurando no extremar los elogios y de ser lo más preciso y coherente; aunque, no va a ser una tarea sencilla debido al vínculo emocional que me une con los artífices de este disco. Un vínculo anclado en el tiempo, por medio de dos sentimientos: la amistad y la admiración. Tanto Javier Mira como Nacho Ortiz son dos profesionales de trayectorias geniales y reconocido prestigio profesional, por tanto, no seré yo quien vaya a aportar ninguna novedad en este sentido. El caso es que estos dos músicos –que ya han colaborado en el pasado en otras lides- han decidido unir sus respectivos talentos para dar forma a un álbum conceptual al que ha titulado “El Peso Del Mundo”. Cuan difícil resultaría cuantificar ese peso, si no fuera porque la música, como arte que es, tiene la facultad de proporcionar los instrumentos necesarios para desarrollar ideas y sentimientos sin el concurso de la lógica o de la razón.

En este caso que nos ocupa, ese misterioso lenguaje está dirigido y controlado por los sentimientos comunes de los dos artistas, que juntos, han producido una suerte de obra intensa y esplendorosa cuyo fin inmediato es rendir admiración por el arte pictórico, que unido a la música, han dado como resultado una genial puesta escénica donde todo es posible, y donde los límites creativos no existen. En los tiempos que vivimos, hallar una obra semejante es completamente imposible, ya que este disco, incumple todos los estereotipos y la normativa vigente para la creación musical, y se expande por espacios de libertad insólitos. Por tanto, estamos ante una obra donde gobierna el libre albedrío con mano implacable, y donde la belleza estilística, guiada por la luz del rock, encuentra sentido y razón de ser.

Se trata de un disco instrumental cuyo hilo argumental es el tributo a grandes obras pictóricas. Obras inmortales que forman parte del universo más vital del arte. Monet, Munck, Velázquez, Dalí, Goya, El Bosco, Grosz, Romero, Picasso, Escher y el propio Mira, son los autores elegidos para musicar las emociones que despiertan sus cuadros. Un riesgo tremendo, y, sobre todo, un reto importante, traducir este universo de emociones en riffs y melodías. Sin embargo, la labor está llevada a cabo con maestría por dos músicos que saben muy bien el terreno que pisan. Por tanto, este disco es un canto a la magnificencia del arte, a la comunión entre el rock y la expresión artística, y cuyo resultado es más que evidente: brillantez, genialidad, pero, sobre todo, respeto. Es emocionante comprobar como el lenguaje del rock se aúna con la pintura, como hermanan sus sentimientos para convertirlos en universales. El disco se resuelve con partes de esplendor; otras, con un trasfondo más intimista, reflexivas, y algunas más vigorosas, pero siempre con el anhelo de hallar el nexo de unión de la expresión artística. Para los que amamos este tipo de discos, donde se asume el riesgo y la búsqueda de nuevos espacios, de la originalidad al servicio del talento, esta obra es un regalo impagable. Mi agradecimiento a Javier Mira y Nacho Ortiz, a los que siempre he admirado, porque este disco me devuelve la esperanza de que no todo está perdido en el vacuo mundo del rock. Aún hay luces entre las tinieblas, y belleza entre las piedras. Gracias, una vez más. Animo a los que detestan los cantos de sirena, a escuchar este disco, y encontrar nuevos horizontes mucho más emocionantes.

CHEMA GRANADOS 

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