De nuevo regresábamos al mágico y milenario escenario del Corral de Comedias de Alcalá de Henares. Al igual que los coterráneos Musselman ya hiciesen en el mes de febrero, The Royal Flash, esta joven y fresca formación, fue la encargada de abanderar la segunda entrega del proyecto Ritmo en el Corral de la asociación Alcalá es Música. Y hemos de señalar, que el evento reunía condiciones suficientes para pensar que era un más que especial evento. Primero de todo por el propio escenario, dado que era la primera vez, sin duda alguna, que un grupo batía la marca de potencia y contundencia sonora, tanto es así que muchos nos preguntábamos, entre risas, si vendrían a torturarnos los espíritus de los grandes del Siglo de Oro tras haber derrumbado la centenaria estructura de este mítico teatro con el estallido del primer acorde. Afortunadamente no fue así y, pese a que en los primeros estadios de la descarga pudimos comprobar la dificultad de adaptación al sonido de la banda, corroborado por un cierto tufillo a quemado que emanaba de los bajos del escenario, pudimos disfrutar de una emocionante noche de rock, de manos de una de las bandas más cuidadas de la ciudad, que venían a presentarnos y compartir con nosotros dos grandes noticias. La primera es ya evidente, así que para evitar la redundancia bastará con recordar el jubiloso agradecimiento en boca de Jaime Iniesta, guitarrista y coros, por protagonizar, para la hemeroteca del Corral, la autoría de esta significativa proeza. Pero segundo, y más importante para la banda, como ya anunciaba Miguel Ángel Marshall, guitarra y voz principal, se trataba de una fecha crucial e importantísima para la banda, ya que era la oportunidad de celebrar su tercer aniversario, trayendo bajo el brazo varios elementos: su EP: Physical & Electrical, su segundo videoclip, esta vez del tema “Revolution” y las cámaras de vídeo, pues no podían dejar pasar la ocasión de grabar en directo su tercer aniversario nada más y nada menos que en el Corral. Así pues, no era de extrañar ver en el auditorio un gran número de caras conocidas, amigos y seguidores de la banda, familiares y un más que predominante público juvenil que, pese a no completar el aforo hasta el último milímetro de la bandera, aseguró un poderoso y pletórico número que propició un armonioso equilibrio en el que el feedback de energía y entrega facilitó dulcemente la tarea a estos cuatro entrañables músicos.
Comenzaba, entonces, una noche de rock fresco y electrizante, que descarga una amalgama de influencias, todas ellas con una predominancia de sabores setenteros, donde pudimos percibir momentos más hardrockeros, matices beat en su bondadosa estética, junto con los elementos más significativos de la época que les ha criado, pues son muchas las reminiscencias a sonidos del new rock y stoner. Precisamente, estos últimos ingredientes son los protagonistas de “Revolution”, este pegadizo corte con el que comenzaba la descarga, un tema lleno de suavidad y recursos técnicos contemporáneos, como el megáfono que vertebra el sentido estético de su propuesta, sirviendo de metáfora visual del reclamo con el que llamar a filas a sus tropas. Tras él, “Shocking Nite”, otro de los temas que componen su EP, un corte con mayor sonido clásico, donde los riffs de guitarra recuerdan al hard rock más bailongo y donde los coros de Jaime y el bajista Israel Garaballú hacen las delicias de otro tema con un estribillo contagioso y melódico con el que Jaime, Israel y Miguel Ángel, acababan tirados por los suelos. Con “Young Johnny”, la rígida batería de Emilio Márquez marcaba el comienzo de un corte en el que los puntos más duros los aportaron los ricos breaks de batería y los ácidos duelos de guitarra. Tras las palabras de agradecimiento de Jaime, llegaba el turno de cortes como “Bulletproof” y “Seventeen Years” (tema de su primer videoclip ), piezas cargadas de un ambiente cincuentero, con sus recurrentes palmeos y presencia de las panderetas, pero, eso sí, aliñados con la esquizofrénica presencia de unos potentes flashes que nos provocaron más de un shock. Con el siguiente tema, “Keep On Rocking”, llegaron los mayores matices progresivos, mostrando ritmos variados y una intro en semi-solo de guitarra de Miguel Ángel, para también permitir los pequeños destellos psicodélicos que aportaban las pedaleras y efectos de ambos seis-cuerdas. “(You Know) What I’m Talking About” traía de nuevo los sabores más hard, condensados en su introducción, para desplegar un descenso súbito y una paulatina ascensión con los que conseguían enganchar a un público que improvisaba su respuesta a modo de enérgicos palmeos. Llegaba “Is Not Time…”, para desgracia de los más hard rockeros, el momento pastelero y disonante de la noche, en la que el escenario se vaciaba para centrar los focos en un Miguel Marshall que agarraba su electroacústica para marcarse uno de esos temas que, sin duda, hacen las delicias de las niñas, pero que, por contra, deja ciertos sabores a rompebraguismo inconsecuente con la línea general de la banda, donde, con la salvedad de los bellos arpegios de guitarra, todos los recursos se concentraron en una melosa voz y una bella estructura más cercana al pop y la pegajosa balada del soft rock. Para la vuelta de la banda a sus posiciones, no se descartaría la guitarra acústica, puesto que “No Matter How It’s Gonna Be” era una de esas canciones que gana contundencia progresivamente, hasta culminar en un brusco aunque no demasiado acelerado cambio de ritmo. Con los siguientes cortes, “Get High” y “Hysteria”, las barbas de los ZZ Top acudían a nuestras mentes, siendo éste el momento en el que la sala adquiría un matiz blusero que terminaría por coronar el invitado de la noche, que no era otro que David Montijano, al que volvíamos a ver sobre las tablas tras la actuación de Musselman. Aparte de descubrir que David es el co-productor del EP que lanzan al mercado, también descubrimos que le va la marcha y la buena caña, puesto que los tres guitarras se marcaron un “About Speed” cargado de las mayores dosis de rabia, reflejadas en esa agudeza descarnada que recuerda a algo así como un stoner con carácter bandarra.
Y que Marshall despidiese a David con ese grito tan repetido por el famoso Otto de los Simpsons: “¡Que viva Led Zeppelin!”, nos hacía pensar que quizá llegase el momento de esta ya recurrente versión para esta banda; y así fue. A menos que los fondos de hemeroteca me contradigan, podemos afirmar que, por primera vez en la historia del Corral de Comedias, sonaban en directo los acordes del “Rock and Roll” de los legendarios hippies británicos. Una versión bien lograda, donde Marshall aportó su personal identidad vocal y donde, sin duda, Emilio estuvo a la altura de un tema -y sobre todo, de un break final- que exige tanta responsabilidad a las espaldas de quien pretende emular al gigante Bonham. Tras esta deliciosa descarga y con un público más que entregado, el siguiente corte, “B-Side’s Rock” no pudo significar sino una agradecida devolución de placer al respetable. Así que, sin pudor ni duda alguna, puedo asegurar que el sonido ciertamente a The Who del tema fue totalmente lo menos trascendente de este corte, pues la presencia escénica marcó muy diversas notas de originalidad y autenticidad de estos cuatro alcalaínos. Primero, porque el público jugó como un ejército de niños, con los gigantes globos que patearon desde el escenario; segundo, porque entre el mismo público pudimos ver a Marshall marcándose un solo rodeado de los seguidores que le apoyaban con sus vítores y aplausos; tercero, porque nos hicieron despegar los culos de nuestros asientos para agacharnos y saltar al ritmo que marcaba el espectáculo y, finalmente, por los diálogos entre las voces y las guitarras de Miguel Ángel, que acabaron por hacer estallar a un público que no paraba de demandar los bises. Éstos llegarían con dos cortes finales, “Come On Every Body” y “Get a Rocking Ladie”, temas con dulces matices de blues y rock setentero, que acabaron por descamisar a un extasiado Emilio. En fin, toda una descarga de energía fresca y revitalizadora, que muestra lo sorprendentemente curtidos que andan estos cuatro chavales para llevar, tan sólo, tres años de recorrido. Un recorrido que, sin duda, tendrá una marca especial en su trayectoria tras haber inundado de buen rock juvenil y muchas y mejores energías y vibraciones positivas, un inmejorable e inigualable escenario. Una banda que, pese a su juventud, muestra una puesta en escena más que trabajada y que, sin duda alguna, viene vomitada desde el corazón, desde la ilusión y el desenfrenado empeño que les ha hecho llegar donde están. Un guiño “revolucionario” a la organización espacial que acoge al rock, a base de una sincera y original inyección de nueva y fresca sangre rockera, que, estoy seguro, les augura un futuro lleno de oportunidades.
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS: DANI HALLER