Nuestra impertérrita sede del metal complutense, tuvo el grato placer de ofrecernos una noche plagada de oscuridad, densidad y tenebrismo, a cargo de dos más que encomiables bandas de la escena doom madrileña. Hablamos de dos formaciones que comparten integrante, Javi Fernández, capitán de los ritmos de percusión tanto en Misty Grey, banda que lleva dando guerra desde 2013 y Simón del Desierto, de reciente formación tras la disolución de su anterior proyecto, Dispain, debido a la desgraciada desaparición del jovencísimo Edu Wizen, al que un puto cáncer se lo llevó con tan solo 27 añitos. El sorprendente dúo que conforma Simón del Desierto, como hemos señalado, con Javi a las baterías y Julio Monleón a las seis cuerdas, presenta una propuesta la mar de intrigante e innovadora. No sólo por tratarse de un dúo, puesto que en el mundo del black, sludge, grindcore u otros estilos del underground más oscuro, no es inusual encontrar formaciones de este tipo, sino porque el mero hecho de atender a su nombre, ya nos da que pensar si pudiera existir alguna relación entre el mismo y la obra del mejor director cinematográfico que jamás hayan parido las tierras españolas. Y, en efecto, así es, ya que el nombre de la banda es tomado del demencial mediometraje del genial Luis Buñuel. Si bien, títulos como El ángel exterminador pudieran cuajar perfectamente en una banda de thrash metal, estos amantes de la demencia, lo grotesco y lo surrealista han hecho más que bien en seleccionar el título de uno de los trabajos más críticos con la decadente estructura de valores que vertebra esta putrefacta cultura judeo-cristiana. Por lo cual, no supone ninguna sorpresa ver cómo estos chavales interpretan la obra del maño en una calve decadentista y desgarradora. Así pues, su modesta e inesperable puesta en escena, no ayuda a vaticinar lo que puede salir de sus instrumentos en una previa especulación. Cuando sus crudos, graves y vomitivos acordes comienzan a sonar, mientras que las baterías generan un demencial ciclo de patrones rítmicos, que vienen a cobrar un gran protagonismos y capitaneos melódicos a los que uno no acostumbra a percibir; sabe uno que no se encuentra frente a una propuesta para nada ortodoxa.
Y así fue, este dúo descargó toda su oscuridad sonora, remarcada por unas guitarras la mar de densas, donde los acordes en quintas y las sabbathianas colecciones de notas sueltas, iban creando una atmósfera terrorífica y repugnante, mientras las baterías, como decimos, marcaban unos ritmos llenos de breaks y cambios de ritmo, a la par que, de cuando en cuando, los agónicos chillidos propios de su procedencia sludge, marcaban la tónica de una concatenación de regurgitaciones viscerales dignos del gusto del más macabro espectador. Así, entre esta demencial y enfermiza atmósfera y ese trasfondo filosófico buñuelista, se fueron sucediendo cortes inspirados en cada una de las obras del gran maestro maño. La descarga comenzaba con la homónima “Simón del Desierto” y “Los Olvidados”, cortes con voces en delay y una distorsión de guitarra tan sobrecargada, que generaron algún que otro desajuste técnico. Solventados estos pequeños problemas, cortes como “Las Edades de Oro” o “Las Hurdes” -tema referente al gran controvertido documental sobre la población extremeña-, mostraban los demenciales cambios de ritmos a las baterías, introduciendo un peculiar cencerro que rozaba los límites de lo inesperable. Tras “Nazarín” y “Viridiana”, temas donde las notas agudas de Julio apenas abandonaban un registro de ultratumba, llegó la versión que cerraba su descarga, “Big Loader” de la banda británica Iron Monkey. Llegaba el turno de los cabezas de cartel, Misty Grey, que no sólo, como hemos ya hemos mencionado, comparten baterista, sino que, también, compartían algo con nosotros mismos, ya que los alcalaínos estábamos de enhorabuena por la visita de nuestra querida Bea, última adquisición de la banda tras la marcha de su anterior vocalista. A estos dos fieras, hay que añadir la presencia de Juan, un guitarrista que nos encandiló con su SG, su estilo iommyniano y su maravilloso carácter; así como Robin, adueñándose, con sorprendentes alardes técnicos, de las cuatro cuerdas y sin dejar que, en ningún momento, su rostro fuese perceptible bajo la inmensa melena que balanceaba al ritmo de sus densas y graves descargas sonoras. Misty Grey también se caracterizan por mostrar una gran influencia por las más características bandas del doom, como puedan ser Pentagram (USA), Witchfinder General o la primera época de Black Sabbath. Una banda que abusa deleitosamente de los graves y las atmósferas tenebrosas, pero que, por contra, presentan nexos más cercanos al hard rock, donde la influencia sabbathiana se hace aún más apreciable en la composición de las estructuras, dado el constante recurso de esos densísimos ritmos que tanto evocan los sabores del primer disco de los birminghenses. No obstante, hay otro significativo detalle que hace inevitable la relación entre ambas bandas, dado que revisando el setlist, uno puede caer en la cuenta de que sus temas también están asociados a la historia del cine, siendo el terror y el cine negro -e incluso el
western-, sus principales referentes. Así que, sin más dilaciones, volvamos al momento de la descarga, en la que, de entrada, pudimos percibir los nervios en la expresión de Bea, que lo mismo nos mandaba cariñosamente a tomar viento fresco con sus peinetas, que nos devolvía una cómplice sonrisa, para demostrarnos que sus cuerdas vocales esconden unos chirriantes y quejumbrosos agudos, como si de una diablilla traída del Helvete se tratase. Comenzaban a sonar los acordes de “The Third Man” (Carol Reed), un denso y lento corte, donde las baterías de Javier recuperaban la labor común de pilotar la base rítmica, mientras podíamos percibir puntuales efectos de la guitarra de Jose. Con “Dusk Till Down” (Robert Rodríguez), llegaban los visos hard rockeros, gracias a una intro más veloz y una melodía vocal que oscilaba entre los cambios de intensidad. Los cortos solos de guitarra daban paso a un brusco interludio, con un consecuente subidón de decibelios y velocidad que, al menos al que escribe, le hicieron traer a su mente el sabor de la demo de los suizos Coroner. Se sucedieron cortes como “Touch Of Evil” (Orson Welles), que nos evocaba el genial N.I.B. de los Sabbath, o “Dead Zone” (David Cronemberg), un tema más lineal que los anteriores, pero donde pudimos ver cómo Bea poco a poco iba viniéndose arriba y sus gritos cada vez eran más potentes. Tras “Woman In Black” -de desconocida referencia cinematográfica por mi parte-, llegaba el turno de “High Noon” (Fred Zinnemann), una descarga que comenzaba con una intro de batería y densas notas en redondas, con un corte significativo y bastante animado, pero que volvía a envolvernos en ese hálito de lineal paranoia esquizofrénica tan característica de estos madrileños. “Silver Bullet” (Dan Attias), recuperaba la energía hard rockera, donde la voz y los efectos del pedal wah wah ganaron todo el protagonismo. Con “Grey Mist” -otra desubicación del que escribe-, una intro más lenta que el caballo del malo, nos abría paso a un fortísimo contraste de ritmo, donde el riff principal se ocupaba de ciclar constantemente, jugando con la progresión de subidas y bajadas de ritmo. Y, finalmente, se despedían ofreciendo, también, una versión, esta vez correspondiente al “At The End Of My Dace” de los estadounidenses Trouble, adaptando perfectamente ese toque hippiesco del tema original al sabor enfermizo de esta banda, que consiguió dejar un gran sabor de boca en esta noche repleta de oscuridad y esencia doom. Esperemos volver a verles pronto y comprobar los progresos de estas dos peculiares formaciones.
TEXTO Y FOTOGRAFIAS: DANI ÁLAMO
Os habéis equivocado en las fotos! Un abrazo!
Ya esta solucionado!