Nuevos vientos de reforzada sangre fresca corroen por las venas del rock nacional. A menudo se oye entre las voces de los más vetustos, entre los nostálgicos fundamentalistas del hermetismo de los inolvidables años ochenta, que no hay cantera, que no hay renovación generacional y que todo, hoy día, está sujeto al precio del mercado. Pero, de vez en cuando, surgen estos destellos en forma de guantada metafísica para demostrar que tenemos juventud llena de propuestas originales, particulares y muy bien hiladas, como este segundo trabajo de los alcalaínos The Royal Flash, que nos presentan este tan esperado “Hysteria”, sumidos en la imparable vorágine emocional que les está haciendo recorrerse lo largo y ancho de nuestra geografía patria, recogiendo, además, numerosos premios en cada concurso que se presentan, y nuevas dosis de fans allá donde dejan crecer su fresca y jovial semilla de buen rollo. Este trabajo permite a la joven formación complutense reafirmar la identidad ya mostrada en su anterior EP “Physical and Electrical”, de 2014. Un sabor peculiar que mezcla esencia rock’n’rollera con crecientes matices estructurales del hard rock, en un sorprendente equilibrio entre los regustos más viejunos con la característica influencia propia de su época, caracterizándoles con un fuerte componente de rock australiano contemporáneo. Matices que se pueden percibir desde el primer acorde de su corte inicial, este “That Something” que le está sirviendo, además, como presentación en single de la nueva cosecha. Riffs enérgicos y dinámicos, bailongos como en “Young Johnny”, “Get High” y “Time, Mind & a Kind”, con elementos menos contundentes y más centrados en la pegadiza melodía; momentos más garajeros en “You Know… (What I’m Talking About), reminiscencias al clásico acorde de los hermanos Young en los cañones “Here Comes the Hysteria” y “Different Man” y hasta un recuerdo sabbathiano en “Neckbreaker”. Las cuerdas, por lo general, han ganado crudeza y contundencia, podremos deleitarnos con momentos delirantes en las distorsiones de los solos de M.A. Marshall, al igual que momentos de lucidez en las cuatro cuerdas en “Spaniards”, la pieza, dicho sea de paso, más sarcástica de este redondo. A su vez, han ganado juego rítmico tras la inclusión de Ray Lewis a la batería, pues se ha perdido cierta rigidez y podremos percibir más matices de juegos de intensidades. En resumen, un trabajo de puro rock’n’roll, bailable y vital, ideal para llevar al directo, que gusta tanto a jóvenes como a mayores y que sirve para confirmar que estos chavales se dirigen por el buen camino. Aún siguen perfilando su personalidad, sus líricas tienen un fuerte componente juvenil, centrados en cuestiones sobre los vaivenes emocionales, el apogeo de un existencialismo hedonista, sensualidad, velocidad y energía vital y, como es de esperar, en su sonido pueden observarse redundancias estructurales, recursos fijos en la organización de los temas, como esa tendencia al altibajo rítmico, que, por otra parte, ofrece una estupenda ocasión para los juegos vocales de Marshall. Un trabajo que ha costado sacar adelante, que dio la luz gracias a un exitoso proyecto crowdfounding apoyado con gusto por su fiel -y creciente- horda de seguidores, que presenta un sobrio y oscuro formato digipack, ilustrado con las fotografías de su también fiel escudero fotográfico Manu Hernández. Cuando les entreviste, ya nos explicarán el porqué de sus máscaras animales. Así que, no dudéis en buscadles en las redes, en escuchar su disco en Spotify, pero, sobre todo, rascaos el bolsillo y adquirid este notable trabajo, sin duda, merece la pena disfrutarlo.
DANI ÁLAMO.