Hoy se conmemoran 35 años de la publicación de uno de los discos más esenciales de la historia del rock de nuestro país: “Rock & Ríos” de Miguel Ríos. Un disco que marcó una época, y que hizo sobrevenir una tormenta de rock sobre nuestras conciencias, que desde entonces no ha cesado, con sus altibajos, pero siempre firme. Aún tengo asido en la memoria el recuerdo indeleble de ese nerviosismo previo, el día anterior al concierto, y como no, el mismo nerviosismo multiplicado por diez, cuando las luces del Pabellón de Deportes del Real Madrid se apagaron, y los acordes de “Bienvenidos” comenzaron a sonar. El corazón se disparó, y un golpe de rock nos invadiría para siempre. El disco se registró en directo los días 5 y 6 de Marzo de 1.982, y fue emitido por TVE al día siguiente. Algo inédito en nuestro país hasta entonces. Vendió 450.000 copias, y se convirtió en el preludio de una extensa gira que recorrió todo el país. Hay que tener en cuenta que el disco se grabaría sin una gira previa de rodaje, lo que ofrecía mucha más dificultad. En realidad, se realizaron ensayos previos durante nueve días en los Estudios Fonogran. Sin embargo, el resultado quedo patente en un disco inolvidable. La producción corrió a cargo del propio Miguel Ríos, apoyado por Carlos Narea y Tato Gómez. Cabe aquí mencionar el plantel de músicos que hicieron posible aquella noche, y la grabación de esta obra histórica: Mariano Díaz, teclado. Thijs van Leer (miembro y actual líder del grupo Focus), teclados, flauta y programación electrónica. Tato Gómez, bajo y coros. Sergio Castillo, batería. Mario Argandoña, batería, percusión y guitarra acústica. Paco Palacios, guitarra y voces. Antonio García de Diego (que aparece al fondo en la portada del elepé), guitarra y voces. John Parsons, guitarra y Salvador Domínguez, guitarra.
600 pesetas el precio del ticket, 22 años mi edad. Un mes ahorrando para cubrir el evento, y el corazón ardiendo por la ilusión. Esas fueron mis emociones previas. Intensas y sentidas en lo profundo, Porque para los jóvenes de aquella época, Miguel Ríos era el artista que había españolizado el rock que llegaba allende los mares, el pionero en mostrar que existía una forma musical mucho más ardiente y combativa que la música ligera, la copla o el pop indecente de la época, y que sonaba en todas las emisoras de radio y la televisión publica. Era un tiempo de bigotillo estrecho, señores ampulosos y damas lustrosas. Una sociedad que comenzaba a desperezarse de cuarenta años de dictadura. Había miedo, sinrazón, y al tiempo, deseo irrefrenable de cambio. Nosotros, necesitábamos encontrar una luz en la profundidad del túnel, una razón para descubrir nuestra propia identidad como seres humanos, una causa con la que afrontar nuestro futuro. Era época de transición, de sueños e ilusiones. De ignorancia cultural soterrada, y de cierta velada represión. Tiempos algo convulsos. Aquella noche, Miguel Ríos nos abrió las puertas de un territorio inexplorado para nosotros, y que con el tiempo, se convirtió de alguna manera en nuestra patria, nuestro hogar, el lugar del que nunca quisimos partir. Los recuerdos se agolpan tratando de memorizar los latidos, la efusión y el sudor. Y a ese tipo de ademanes chulescos, que estaba electrizando nuestros cuerpos y nuestras mentes. Para siempre, por siempre, será un recuerdo anudado a nuestros corazones. Muchos lo siguen recordando como un garante de su historia de vida personal. Yo aprendí a amar su música, y seguí fiel su rastro en el tiempo, su forma de cantar y de expresar, a encontrar nuevos caminos en el rock, a cantar, a sentirme parte de esa emoción intensa. Gracias a él, a su inspiración, encontré la mejor manera de realizar mis sueños y de sentirme vivo, me hice cantante. He cantado en directo muchas veces sus canciones, e incluso grabé en mi disco en solitario una versión maravillosamente instrumentada por la banda Antigüa del tema “Reina De La Noche”. Siempre, y recalco siempre, cuando canto algunas de sus canciones, me siento participe de aquella noche, de aquel sueño, de aquella ilusión inmortal.
CHEMA GRANADOS
FOTOGRAFIA: FRANCÉS FABREGAS