DERROCHE EMOCIAL DEL BLUESMEN HISTRIÓNICO
Jimmy Barnatán es un artista muy especial. Además de ser un brillante actor, con diecisiete películas a sus espaldas, y otras tres como director; series de televisión y obras de teatro, es un bluesmen de los que convulsionan el alma. Su mayor virtud es la expresión emocional, ya sea con el lenguaje facial como vehículo de la interpretación visual, ya sea por esa voz personal, carismática, cargada de matices y muy representativa de lo que es el blues contemporáneo, muy abierto y creativo, pero sin desmarcarse de la pureza misma del blues con esencia. Un artista integral, que experimenta en el escenario una especie de conversión cargada de sentimiento, donde metaboliza el blues en su interior para después, lanzarlo como un lanzallamas al público. Música, pero también arte, porque cuando se investiga para encontrar la belleza, para superar las barreras y abrirse nuevos espacios, el artista se adentra en un mundo fascinante que le enerva.
Jimmy Barnatán acaba de publicar su nuevo trabajo discográfico, “Bourbom Chruch” un plástico con once cortes que rezuma blues, soul y rock, y una manera muy especial de entender estos estilos a través de una voz imponente que catapulta el mensaje emocional de inmediato. Una técnica surgida directamente del alma misma, y que se traduce en cambios de tono constantes, un gorgoje muy personal para terminar algunas notas en estribillos, y un raspado de voz muy colorista. Sorprende. Engancha. Estimula sobremanera, sobre todo para aquellos que tenemos en el blues una referencia cultural muy arraigada. Porque el blues es la música de los sentimientos más profundos. Un amigo me dijo un día: “El blues y el jazz con músicas que se las ama o se las odia. No hay término medio. Si el blues o el jazz conectan contigo a la primera, nunca te abandonarán a lo largo de toda tu vida. Pero si no lo hace, seguramente las odiarás para siempre”
En cualquier caso, sobre el escenario de la mítica Sala El Sol, y con el recinto prácticamente al completo, Sergio González subió al entarimado abriendo el show con una intro espectacular como preludio a los acordes de “I Don’t Wanna”. En ese instante apareció Jimmy Barnatán y la sala crepitó de súbito. Su presencia despertó el fragor de los asistentes predispuestos a gozar del blues. Con maestría y dominio dirigió la escena y se dejó llevar por la métrica intensa de las melodías, los riffs y los cambios de tempo. Luego “I ‘m a Man”, “Suffle”, “Like The Ground”, “Bla, Bla”. Momentos intensos aventados por esa manera con que Jimmy Barnatán se expresa gestualmente, mirando a la gente cara a cara, adentrándose entre el público sin micro para cantar, brindando copa en mano para celebrar la comunión del blues, y por esa química excepcional que nos hace sentirnos mucho más arriba, mucho más vivos. La banda sonó milimétrica, con ritmo, enérgica y bien engrasada gracias al talento de Rubén Rodríguez a la batería y Dani Simons al bajo. Son talento en estado puro. Ante tal pasmosa ejecución, uno no hace más que sentirse agradecido y feliz de poder ser agraciado con su talento. Casi dos horas de buen blues, de blues contemporáneo, de vitalidad y de ideas nuevas. Muy de agradecer. Jimmy Barnatán es un histrión que domina su oficio con entrega, que siente profundamente lo que hace, y que a mi entender, se ha liberado de lo superfluo para entregarnos lo mejor de sí mismo a través de su voz imponente. Cayó el telón con los bises, y “Roadhouse Blues” nos dejó en estado de gracia, borrachos de blues, delirantes y felices. Gracias por una noche inolvidable. El show de la Sala El Sol de Madrid fue la presentación oficial del nuevo disco y el comienzo de una gira, denominada “El Jefe Tour”, con la que Jimmy Barnatán & The Cocooners van a recorrer el país.
CHEMA GRANADOS