Esta noche, la sala Ego nos tenía preparado otro de los geniales festivales dedicados exclusivamente a la escena rockera y metalera. Entre el variopinto cartel, pudimos encontrar la protagonista presencia de los hardcoretas italianos Arhythmia, escudados por sus eclécticos y heterodoxos compañeros de gira hispana, los catalanes Insight After Doomsday; así como la presencia de dos bandas semilocales, a caballo entre Azuqueca y Alcalá: los thrashers Stillnes y los punkarras Aces of Swords . Como bien presagiaba el sabor del cartel, la noche estuvo nutrida con grandes dosis de variopintas variedades sonoras y propuestas escénicas. La batalla comenzaba con un ligero y común retraso respecto a lo establecido, consiguiendo que los rezagados futboleros nos desconectásemos la jeringa de nuestras mentes y acudiésemos a caldear un ambiente que comenzaba repleto de energía y velocidad a manos de Aces of Sword. La motörhediana formación compuesta por el bajista/vocalista Fukin’ Gorilla, ex de los punkarras alcarreños Fuckland, Moncho, el legendario miembro de A Palo Seko y el polivalente Abraham a las baquetas, que lo mismo podemos verle capitaneando las voces de la banda-tributo local Lamb of Dog, que sentado a la banqueta para descargar dosis de adrenalina percusiva.
Así, pronto comenzaba la audiencia a calentar motores gracias a la potente mezcla de una sucia y desgarrada esencia punk de la vieja escuela, junto con elementos contemporáneos de velocidad y contundencia y pasajes guitarreros a contrapúa que otorgaban ese picajoso y delicioso sabor a thrash metal. Desde los primeros acordes de Powersonic, asistimos a una paliza sonora llena de velocidad y energía, donde los cortos e intensos temas iban sucediéndose sin apenas tiempo para asimilar los golpes. Tras temas que introdujeron elementos hardcore, como Black Seed, Bullshit Cocaine y Venom, regresaba el descaro punkarra, acompañado, eso sí, de grandes dotes de humor y una muestra de dominio de las tablas en su irreverente descaro al solventar los pequeños fallos técnicos con esa bofetada de humor y ciertos matices de indiferencia tan característicos del buen punk.
Tras las carcajadas, nos sobrevino la sorprendente Destroy, un tema con esencia progresiva, donde el medio tiempo inicial daba paso a un crescendo que aportaba rabia y cojones a dicho subidón de adrenalina. Face of Fear y Toxic sirvieron de antesala para la versión que vertebra la esencia estética de esta formación, donde la correspondencia del tema Aces of Swords se hace más que evidentemente obvia. Con un público plenamente metido en el ambiente, donde podían verse los primeros pogos y libres y variadas pseudo-danzas; y mientras el respetable no paraba de reclamar más rápido, más rápido; los punkarras respondieron a las demandas descargando más rabia, suciedad y velocidad con temas como Sin Conocimiento, Abuelo, Black Lord y Pussy Hair. Finalmente, la versión de RAMONES de los Motörhead daba el paso a la guinda de la tarta para finalizar con Don’t Leave Me, una última bofetada con la que despedir a esta formación llena de desparpajo y una más que respetable presencia en el escenario.
Tras un descanso para sacudir los electrones acumulados y echar el cigarrito reglamentario, las inconfundibles notas del Run to the Hills preparaban el paladar para la descarga metalera más pesada de la noche. Llegaba el turno de los también semi-locales Stillnes. La banda regresaba a la sala Ego para hacer un repaso a los temas de su anterior trabajo, Prisión del Miedo, así como para anticipar temas aún en construcción y aquellos que forman parte del nuevo trabajo, el cual podremos disfrutar en unas pocas semanas, pero que, para desesperación de algunos, aún se mantiene el misterio del posible título. Igualmente, también fue la ocasión de presentar a su nuevo bajista/vocalista, Quique, un tío lleno de energía que aporta a la banda el toque de contundencia y pesadez que, para juicio del que escribe, le faltaba a esta banda, gracias a sus guturales crudas y graves bocanadas.
Su espectáculo comenzaba con Sin Destino, un temazo lleno de contrastes y progresión, donde los lentos acordes iniciales iban a dar paso a una velocidad endiablada, donde Bastián dejaba claro que íbamos a tener doble pedal hasta que reventasen nuestros pechos. Las guitarras de Víctor y Jesús ponían toda la carne en la parrilla desde el primer momento, sonidos de un excelente thrash de esencia alemana, contrapúas y contrastes que recordaban fácilmente a unos Sodom o Kreator, pero complementadas con matices heavy que aportaban grandes sensaciones técnicas en los cromatismos e intercambios de riffs y punteos entre los dos guitarras. Tras este chorro de electricidad, se sucedieron dos temas aún por titular, donde pudimos degustar sabores a distintas escuelas thrashers, como los acordes pantereros que daban movimiento, no sólo a los integrantes de la banda sobre las tablas, sino a los fervientes demandantes de decibelios que pululábamos por la sala. Bastián acribillaba sus parches con cada crudo cambio de tempo, para enlazar con un tercer patadón en las pelotas a cargo de una de esas canciones que nos recuerda tatuarnos en la conciencia: soy-enemigo-del-silencio.
Pero, sin duda, la nota de clase y calidad compositiva la anunciaba Divino infierno, un tema lleno de matices sonoros bien heterodoxos, que comenzaba con una intro que nos transportaba hacia los mundos del flamenco y donde presenciaríamos una hiperpesada presencia de sonidos heavy, lleno de notas largas bien condimentadas con dosis de rabia a las seis cuerdas. La quinta descarga vino precedida de la presentación de Quique por parte de Jesús, donde se procedía a realizar la ya tradicional novatada contra cada nuevo integrante de esta formación, que parece haber encontrado la estabilidad de su formación. Así pues, Eyaculación precoz traía los primeros toques de humor con su ultrarrápida descarga grindcoreta. Y si alguien pensaba que tras este abrumador desfogue vendría la calma, ahí estaba Guerra Pacífica para recordarnos que nos encontrábamos frente a un puro derroche de sangre thrasher que generaba pogos y demás muestras de demencia por parte del público. Un tema lleno de velocidad y contundencia, donde las contrapúas hacían las delicias de los amantes de la vieja escuela thrasher, hasta la llegada de la versión de la noche, donde los ojos se nos saldrían de sus órbitas, los oídos de sus orejas y las bragas y calzones servían ahora como futura herramienta de limpieza del suelo de la sala. Ésta no era otra que la Pesadilla Nuclear de Obús, donde las reminiscencias rockeras del tema original tornaban en un torrente de metralla thrash, aliñado con otra nota de humor por parte de Jesús, que con su matización Nucelar dejaba claro que todos los asistentes estábamos hechos unos frikis de los Simpsons.
Su muestra rozaba el fin introduciendo Veneno y Gas, un temazo que espurrea un delicioso vómito thrasher, con una contundencia contenida y controlada a la batería, pero que derrochaba grandes matices técnios con buenos interludios y crescendos que recordaban la mano del genial Chuck Schuldiner, generando, obviamente, la imparable demanda de bises por parte del público, para lo cual, los azu-complutenses hicieron subir a Abraham al escenario para despedirse con el cover de los Metallica, Whiplash. Quedaba claro que a esta banda de puro thrash metal, le aguardan grandes momentos que muchos esperamos no tarden en llegar.
Una vez recuperados de la paliza metalera de Stillnes, llegaba el turno de los catalanes Insigt After Doomsday, una banda de metal alternativo que mostraba su despliegue técnico desde el primer momento; y no sólo ya por las melodías y recursos técnicos que desarrollarían en sus canciones, sino también por el despliegue de maquinaria electrónica que, sin duda alguna, superaba con creces a la tecnología usada por el resto de bandas. Así, nada más verles prepararse ya pudimos percibir la presencia de teclados y aparatos electrónicos, ya fuesen con los clásicos pedales para los que manejan las cuerdas, como los trigger y demás recursos de lanzamiento de MIDIs en los teclados y la batería, que harían las delicias melódicas de estos eclécticos alternativos, puesto que en su repertorio pudimos degustar diversos y heterodoxos recursos sonoros. Así pues, uno no puede sino tratar de considerarles como una banda alternativa, puesto que pudimos asistir a una amalgama de colores y esencias sonoras que iban desde el heavy y power melódico, notables elementos de metalcore, momentos thrash, toques que recuerdan al doom y el mundo gótico y, sobre todo, mucha presencia de una actitud industrial, reflejada y apoyada por sus elementos provenientes de la música disco y la electrónica.
Así las cosas, desde los primeros acordes a teclado y sampler de la inicial Wolrd Demise, los teclados en clara onda progresiva se iban mezclando con potentes riff de guitarra y una batería en progresión ascendente, que daba paso a un juego de voces entre la esencia más core -más aún siendo apoyadas por los desgarrados gritos del bajista Eric– y el sabor gótico que corroboraba la camiseta de Anathema del vocalista/guitarrista Jose. Un tema con grandes matices técnicos que en partes recordaba a bandas doom como Paradise Lost y en otras, a los californianos y paranoicos Tool. Tras esta introducción, llegaba la hora de Political Valentine, y Calling un par de temas que comenzaban con introducciones de puro cariz dance y plagadas de lanzamientos MIDI por parte de los teclados de Jordi, donde la vertiente gótica de la voz cobraba mayor protagonismo y la sobreabundancia de recursos técnicos en cada uno de los instrumentos, pero, especialmente, en el comienzo de muestras de intercambio de papeles en las seis cuerdas, que hacían del sonido una olla a presión muy condensada, tanto que a los más ortodoxos podría llegar a abrumar. Y si a alguien no le quedaba claro que la banda pudiera jugar más con los contrastes, aquí llegaba el turno de su laureado Departure, de claro corte progresivo, donde desde el cariz de las primeras notas al teclado, nos asaltaban unas guitarras de pura esencia power, que parecieran habernos transportado al mundo del heavy clásico alemán de los 90. Recurrentes estribillos y clara presencia de voces y teclados agudos, donde la marca core seguía marcando los principales contrastes, hasta que, tras un contundente interludio descendiente volvía a recuperar dosis de rabia con una conversión en potentes sonidos thrash. El siguiente tema, Afterglow, continuaba la línea más dura de la banda, ofreciéndonos graves y rápidos riffs a contrapúa y un doble pedal de Víctor trabajando a piñón fijo. Un tema que en su descenso progresivo nos transportaba hacia ritmos más dóciles, con estribillos pegadizos y punteos no demasiado complejos, donde la presencia de los tapping aportaban las delicias técnicas de los guitarristas Jose y Ricardo.
Pero, sin duda, las sorpresas de la noche las aportaban sus covers y versiones. En esta ocasión, aquellos que no conocían su trabajo colgado en la red, dieron con sus mandíbulas en el suelo cuando empezaron a sonar los acordes de Maniac, el tema dance de Mike Sembello, más famoso por tratarse de la inconfundible melodía del filme Flashdance de 1983. Una versión sorprendente que mantiene la esencia básica de dicho tema, matizado con los toques industriales de la banda y con una ligera adaptación de las líricas. Dos temas que retomaban la característica y heterodoxa -aunque quizá demasiado lineal- mezcla de estilos, S.P.G. y Read Your Mind; abrían boca para la segunda interpretación de la noche, que, como no podía ser de otra manera dado su estilo, se trataba del Du Hast de los bávaros Rammstein. Un cover en toda regla, calcando al milímetro el tema original y demostrando que los recursos vocales de Jose ganaban galones con cada propuesta. Tras los animados vítores del público, llegaba el turno de Holy Statistics, un tema plagado de recursos industriales y metalcore. Finalmente, esta seria y profesional banda se despedía de nosotros, no sin antes brindarnos otra de las hilarias perversiones que tantas sonrisas y buenas vibraciones generaron. Esta vez se trataba del Billy Jean de Michael Jackson, demostrando que el pop más bailongo tiene bien enraizados sus orígenes en nuestra familia rockera, además de mostrar, asimismo, que el humor y la seriedad técnica no deben por qué estar reñidas.
Finalmente, asistíamos al último abordaje metalero de la noche. Llegaba el turno de los cabezas de cartel, Arhythmia, otra banda de metal alternativo procedente de Italia, que cumplía su penúltima noche en su gira hispana demostrando ser una banda con carretera, mucha seguridad sobre las tablas y una presencia en escena más que trabajada. La banda derrochaba el sabor característico de los grupos de thrash-groove estadounidenses, donde la influencia de sus productores Biohazard se hacía más que ineludible. Con sus primeros acordes, en Long Slow Dance, comenzaron a generar la ebullición de un público que disfrutaba recibiendo reminiscencias a bandas como Pantera o Machine Head -en sus vertientes más industriales y comerciales-, desde la aportación de los crudos y rudos riffs de guitarra de Matteo y Ricardo, donde el virtuosismo técnico dejaba paso a la contundencia, la agresividad y la irreverencia que aporta esa peculiar tendencia -tan de moda para los acólitos del mundo nü– de la mezcla entre el metal y el rap. Con Time no Coming Back, uno de sus temas más característicos, se sumaban los efluvios industriales de la época comercial de Sepultura, donde la crudeza de los riffs y los contrastes en los cambios de ritmo, hacían al público arrancar sus pogos –moshes si nos ponemos modernos-, meneos, saltos, cabezazos y demás bailes dionisíacos. Sin duda alguna, animados por la esquizofrénica actitud del bajista Luca y el vacilón porte del vocalista Michele. Con el tercer tema, Awake, además de brindar la dosis de humor necesario a su descarga de adrenalina, chapurreando las protocolarias frases que todo extranjero debe aprender al llegar a España, como pueden ser un de puta madre y demás clásicos; ponían sobre el asador toda la carne hardcoreta, haciendo brincar al público con sus ritmos rapeados y sus juegos de voces entre Michele y Matteo. Tras ello, llegaba la versión del Victory de Biohazard, una buena ocasión para percibir las virtudes técnicas del simiesco e inquieto Luca, aportando grandes dotes de virtuosismo en sus cromatismos, así como de la contundencia de Nicola.
Con Head for the Change proseguía su esencia industrial, mostrando la carencia de punteos en las guitarras, en detrimento de melodías pegadizas y fuertes cambios de ritmo, donde se colaban algunas notas sueltas de ambos guitarristas. Inmediatamente se ponían las pilas para otorgarnos otra nueva versión, esta vez el I Don’t Wanna Be Me de los neoyorkinos Type O Negative; una grata sorpresa sonora que se adaptaba a la perfección al carácter chandalero e industrial de la banda. Illusion aportaba aún más sabor a rapeo y chandaleo, donde las guitarras generaban un característico contraste al plagarse de cromatismos y pequeños juegos tecnológicos con sus efectos, que permitían la introducción de cambios de tiempo muy metalcore.
Con el siguiente tema, Mo Faya, Matteo introducía una más que respetable reflexión acerca del respeto y la familia -¿alguien dudaba que unos italianos no mostrarían su lado más Corleone?-, con un tema que comienza pleno de brutalidad descontrolada que, acorde tras acorde, iba acercándose a estribillos pegadizos de puro carácter punk californiano. La batería y el bajo volvían a ser los protagonistas en los detalles técnicos, mientras podíamos ver cómo Ricardo descendía de la palestra para dedicar unos cuantos riffs sumados a la masa condensada en las primeras filas. Sin duda, uno de los momentos apoteósicos para aquellos que estaban disfrutando con su descarga, pues los pogos y bailoteos se hacían cada vez más constantes entre el respetable. Sin duda alguna, estos italianos estaban evidenciando sus dotes escénicas y su manera de ganarse a una buena parte del público.
Se sucedieron, entonces, un par de temas que retroalimentaban esta esencia de contrastes entre la caña thrash y la juvenil faceta metalcore. Así, temas como One thing y Yolo, se convertían en resortes de este baile entre los pasajes contundentes y los estribillos y bajones a medios tiempos. El siguiente tema, Blak Mamba, se presentaba como un tema acerca del amor -para demostrar que en el mundo del metal no todo es birras, guerras y Satán-, un tema muy en su línea nü, que plantaba uno de esos parones a mitad de canción con los que uno dice ¿¡Hostias, qué coños pasa aquí!? tras el cual regresaban con su vómito agresivo y rugiente. No obstante, los más ortodoxos seguíamos añorando algo más de vida en las guitarras y algunos punteos, respondidos apenas por unas cuantas notas sueltas a modo de falsetes entre riff y riff. Con su penúltima descarga, Quello che non vuoi, regresaban las reminiscencias a esos Sepultura del Roots, donde los contrastes de ritmo aportaban pasajes bastante pesados y ciertamente oscuros y las voces se animaban a jugar con el público en busca de una respuesta llena de adrenalina. Tras una digresión de puro rap, el tema volvía a sus ondas más contundentes y a presentar un sinfín de dementes cambios de ritmo.
Finalmente, llegaba la despedida con su tema Steps, otro arroje de contrastes que nos lleva desde los comienzos más relajados, pasando por etapas verdaderamente duras y ofreciendo interludios de pleno silencio y más juegos raperos y hardcoretas a las voces. Sin duda, estos italianos supieron poner el toque de variedad y heterodoxia a una noche repleta de sensaciones bien diversas, donde cada asistente pudo disfrutar de una amalgama de sonidos a cuál más particular. Cuatro horas de descarga de buena música que daba pie a la finalización de una larga noche amenizada por el buen ambiente creado entre los músicos que se mantuvieron presentes en la sala, los asistentes y los más fieles feligreses de la sala Ego; a la cual debemos felicitar y agradecer, de nuevo, por ofrecernos una nueva noche de grandes vibraciones y un inmejorable ambiente. Asimismo, no podemos olvidarnos del agradecimiento a Rockcrew, la emprendedora propuesta de una serie de alcalaínos a los que debemos ovacionar por su altruista y bien complicado empeño por otorgarnos la oportunidad de disfrutar de tan sabrosas bandas. Esperemos que cada día su nombre se nos haga más familiar. Igualmente, tampoco podría olvidar la aportación de las fotógrafas Gema y Olga, que salvaron el ojete del que rubrica estas líneas, compartiendo su valioso material fotográfico.
TEXTO: DANI ÁLAMO
FOTOGRAFÍA: GEMA GÓMEZ Y OLGA RODRÍGUEZ