Ya lo he dicho mil veces, he contestado ochenta millones de veces a la misma pregunta, al porqué dedicarnos a esta tarea no tan reconocida ni remunerada del cubrir los conciertos, dejarnos horas revelando y editando nuestras fotos y poner nuestra mejor actitud crítica y comunicadora en este maremágnum de cientos y miles de medios underground con el que colapsamos las redes al reportar nuestra labor. Se trata de pasión, nada más que pasión: la incomparable satisfacción que aporta compartir sudor y sensaciones varias bajo las tablas de tantas y tantas formaciones musicales que tan sólo demandan un poco de atención en esta abigarrada, afortunadamente, escena musical tan rica en competencias y que tanto cuesta hoy día sacar a flote cuando la situación económica de emisores y receptores es tan limitada y cuando se ponen tantas pegas desde promotoras y salas por tratar de apostar sólo por el evento más profitariamente repugnante del momento. Tal podría haber sido el caso de este Mezcla Metal Experiment, ya que el evento iba a haberse celebrado en la Sala Phantom, pero el nuevo propietario decidió cancelar sus eventos programados por no estar de acuerdo con las expectativas lucrativas y sudarle olímpicamente la polla el mantener su buen nombre y el compromiso con la escena underground. Así pues, aquí el que escribe le dio la eterna paliza a Raquel Abrahel, la inmensa e incansable promotora de The Purgatory, para tratar de encontrar una nueva ubicación con menos de una semana de margen. El noble equipo de La Leyenda se prestó a organizar este evento tan diverso y particular aún a sabiendas de que las bandas presentaban más desemejanzas que la configuración cerebral entre un ser humano y un votante del PP, así que, doble agradecimiento a Raquel y a La Leyenda. Y no es cosa baladí el mencionar las distancias que separaban a estas bandas, ya que la noche se abría con el rock de Mayoristas, unos jóvenes chavales que abarrotaron la escueta sala y a quienes debo pedir mis disculpas por no haber podido asistir a su evento. Desplazarse desde Alcalá sin coche implica siempre desajustes en los tiempos de transporte, así que llegué tarde para ponerlo todo en orden y haber podido presenciar su descarga. Seguramente dejasen buen sabor de boca entre los asistentes, ya que allí siguió firme un buen número de seguidores cuando salían a la palestra el segundo plato, los deathmetaleros madrileños Embloodyment, una formación de crudo y clásico death que vienen trabajando el repertorio de sus dos productos, su EP de 2013 Let It Bleed y su redondo de 2015 The One Before The Last. Pero, al igual que ocurre con la pizza con piña, no todo el mundo disfruta con cualquier tipo de mezcolanza, así que, con los primeros acordes de “Ssipsskei” y la característica rabia de su vocalista y guitarra canario-coreano Pedro Chae, el respetable ya empezaba a alucinar con el contraste. “Nymphobeth”, con su compromiso crítico contra los abusos sexuales y “Human Scrapyard” dejaban claro ante quiénes nos encontrábamos, cuatro irreverentes con ganas de descargar flema y adrenalina y hacer que los pocos que fueron quedando en la sala se animasen con los pogos, aunque no con muy buena fortuna, ya que alguna caída tuvo que darse en tan reducido espacio. Más compromiso social con la crítica al maltrato animal en “Goatfucker” y “Of Beast And Men”, y una clara apuesta por la crudeza, la rapidez y el sabor tradicional, sin demasiada preocupación por el despliegue técnico, en detrimento de cuerdas bien llevadas por las guitarras de Víctor Romo y el bajo de Tatto, aunque sin obviar un remarcable desajuste en los agudos de las guitarras; y una batería contundente sin llegar al blast hiperveloz de J.C. “Physchotopic Slaughter” dejaba el paso a la versión de la noche, un familiar “Slowly We Rot” de los floridanos Obituary, para terminar su repertorio, con cambio de la Ibañez de Víctor por una Washburn Strato, con “Infernal Rush” y su homónima “Embloodyment”. Y tras coger un poco de aire contaminando nuestros pulmones con el querido benceno de nuestros cilindros suicidas, regresábamos a la sala para disfrutar del premio primordial por el que me había desplazado a la capital. Siempre soñé con devolverles una pequeña parte de mi modesta aportación comunicativa a los excelsos y magnánimos Eczema, esta inmejorable banda de un death metal inigualable, irrepetibles, personales donde los haya, complejos y, dicho sea de paso, castigados por las desavenencias de la vida, que no les ha permitido tener la estabilidad en su formación y la merecida presencia en el movimiento y las tablas que habrían hecho de ellos una banda conocida en todos los rincones del país y del continente. Pero ahí estaban, frente a un público que cada vez se reducía más al exclusivo círculo de quienes saben disfrutar de la vanguardia artística y la exclusividad, de quienes dan su apoyo siempre que se demanda y no fallan ante la general desbandada de aquellos que no son capaces de aceptar el reto de recibir un mensaje denso y retador. Venían a presentarnos su último trabajo, este demencial “Proyecto 3k9”, el cual podéis encontrar la reseña y entrevista en esta misma web. Y, además de presentar al su nuevo baterista, el fuera de serie, devorador de parches y platos Samuel Lozano, ex Virulentos y Khaos Of Death, que se pegó la paliza de venirse desde la ciudad condal a las cinco de la tarde tras salir del tajo; se encontraban en la sala la presencia, más o menos física, de dos de sus ex integrantes, Pol QD, actual baterista de Megara, que vino como agua de mayo para ayudar a calibrar el sonido y ofrecer su amistoso apoyo; y Pablito, un entrañable oso de peluche que acompaña a estos madrileños allá donde van, honrando la memoria de la desgraciada muerte de Pablo Luis Cuenca, anterior bajista de la banda, con el que grabaron la mayoría de su material hasta la reincorporación de Sergio Carrillo con el lanzamiento de su anterior redondo, “La Decadencia de Ser” de 2008. Vamos, que sólo faltó Fuad y el pesetero Dani Pérez para haber reunido a todos los integrantes de esta superformación que lleva dado guerra desde 1994. Así las cosas, esta nueva alineación subía a las tablas ataviados de gris, no sé bien si por casualidad o porque les salió de los gametos, dejando claro que lo de vestir normativamente de negro es cosa sólo de sacerdotes y demás devoradores de ojetes de efebos. Prepararon su interpretación con lonas impresas con el artwork de su nuevo trabajo, reflejando esa tétrica fotografía de Duchenne de Boulogne y varias proyecciones en la pantalla de la sala. Comenzaba a sonar la melodía de El Padrino y paulatinamente las entrecortadas frases de las guitarras de Iván y Darío Carrillo (sí, todo queda en casa, Sergio y Darío son hermanos e Iván primo-hermano de ambos) que presentaban su primera descarga, ese “#0401” lleno de contrastes que se vieron reflejados, desde el primer segundo en la performatividad de ambos guitarristas y vocalistas: un sereno Darío que introducía las voces claras y los clásicos growls de death; y un inquieto y esquizofrénicamente gesticulante Iván que no paraba de menear la cabeza y encargarse de la voz roedora, de esos chillidos agudos más propios del black. Las progresiones de las líneas rítmicas no podían ser llevadas con mayor maestría por otro tándem de contrastes, pues mientras Sergio demostraba llevar la misma serenidad en la sangre que su hermano, el hiperactivo Samu dejaba claro que disfrutaba como un enano con los cambios de medios tempos a los blast más frenéticos y nos deleitaba a todos con sus enriquecidos breaks. Tanto es así, que la energía descargada por el barcelonés se reflejó en un aumento generalizado en la velocidad de todas las piezas, como bien pudo atestiguar una de las mazas de su doble pedal, que salió volando con el comienzo de “0073”, corte especialmente hipnótico con el juego de tapping en el que ambos guitarristas dejaron bien claras sus grandes capacidades técnicas. Boquiabiertos y mentalmente bien follados, llegaba la frenética “0503b”, que también sirvió para recalcar que se habían solventado los primeros desajustes de sonidos y los agudos de la guitarra de Iván podían apreciarse debidamente. Tras el enigmático bajón del interludio de este corte, que dejaba a Samu derrochando sudor por todos sus poros, llegaba el momento de la versión de la noche. Darío aparcaba sus seis cuerdas, se la cedía a su primo y tomaba el rol de voz principal, sorprendiéndonos con el rol de frontman agresivo, tan acostumbrados a su sobria y queda expresividad cuando canta y toca, para interpretar el “When All Is Said And Done” de los Napalm Death, que colmaría de envidia a los mismos británicos al ver lo bien que se interpretó su pieza. Con “0053”, ese oscuro corte con una mágica cadencia envolvente de sus oscuras melodías, también llegaba el momento de comprobar por qué Darío traía dos micros, pues en uno de ellos contaba con una distorsión que, pese a no poder percibirse en demasía dada la configuración de la sala, dio un efecto de vacío y eco lo suficientemente llamativo. Se acercaba el final de su descarga, de manos de “0516”, uno de los mejores cortes del disco, donde los sincopados riffs se entremezclan con la voz distorsionada de Darío y una melodía envolvente y sinuosa. Momento también para un interludio en el que poder lucir las notas del bajo de Sergio y de que Samu volviese a sacar toda su locura para despedirse de nosotros con un corte de su anterior disco, ese “Misierias” que arranca con los redobles de batería a todo trapo, esas guitarras vivaldescas y esos deliciosos juegos de guturales y voces de ultratumba. En fin, un repertorio que a los más acérrimos se nos hizo corto, pero gratamente intensos, más que satisfechos tras haber presenciado toda una muestra de despliegue técnico y profesionalidad performativa. Una ansiada delicatessen que muchos esperamos sea el comienzo de una nueva oleada de renovada fuerza con la que recuperar el ritmo que merece esta sublime formación.
TEXTO Y REPORTAJE GRÁFICO: DANI ÁLAMO.